Los ídus eran, según el calendario romano, los días de buen augurio que coincidían en los meses de marzo, mayo, julio y octubre con el día 15 de cada mes y con el día 13 el resto de los meses del año. Cuenta la historia que, señala Plutarco, Julio César fue advertido por un vidente de su inmediato futuro: "Cuídate César de los idus de marzo". La confianza extrema, una exagerada autosuficiencia, llevaron a César a hacer caso omiso del mensaje. Cuando el emperador se dirigía hacia el Senado de Roma donde se encontraban los traidores que habrían de acabar con su vida, se encontró de nuevo con el vidente a quién le dijo riendo: "los ídus de marzo ya han llegado", a lo que éste, de forma compasiva según la historia, le repuso: "si, pero aún no han terminado". Al cabo, minutos más tarde, dejó su vida en manos de aquellos en quién más confiaba.
En el caso que nos ocupa, nuestro ídus particular -para quien le resulten favorables las urnas- ha de coincidir con el 23 de mayo próximo. De ahí que, ante la cercanía de las fechas, bueno será que unos y otros jueguen sus bazas de forma inteligente y no se confíen ante el resultado final de forma anticipada. Los ídus de mayo no están en absoluto claros. Mejor expresado, lo que no está en absoluto claro es a quién habrán de beneficiar.
Las últimas semanas estamos siendo testigos de extraños movimientos pre-electorales que abundan en una dirección: la existencia de un enemigo común a batir en la persona del candidato popular. Cualquier estrategia es válida si se consigue el objetivo perseguido de acabar con las perspectivas electorales del notario esteponero. Éste, que como es claramente perceptible a nivel popular, debe manejar datos favorables, no debe echar en saco roto la experiencia milenaria señalada anteriormente. Impedir la mayoría absoluta del candidato popular se ha convertido en el objetivo prioritario de todos y cada uno de quienes finalmente concurren a las urnas por encima de dar a conocer sus propios programas y consolidar sus expectativas electorales. Cualquiera que se mueva mínimamente en los ambientes políticos observa con sorpresa los hechos relatados anteriormente. Hechos que recuerdan historias de un no tan lejano pasado, de maniobras de acoso y derribo, de alianzas contra natura que son el origen de muchos de los males que hoy arrastramos como triste herencia de estrategias políticas equivocadas.
Nada pudiera resultar más desafortunado para el futuro de esta ciudad que una mayoría escasa que obligue a repetir gobiernos como el que estamos padeciendo en la actualidad. Gobiernos rotos desde su inicio, con una fuerte discrepancia interna tanto en el seno del propio partido mayoritario como entre los distintos miembros del batiburrillo de siglas que los conforman. Gobiernos que empezaron en el cuatripartito que se conformó en 1999 y que, sin solución de continuidad, se han ido repitiendo con escasos periodos de normalidad. Estepona, hoy, no puede permitirse el lujo de perder el tren de una mayoría suficiente que permita, como mínimo, generar la ilusión en la ciudadanía de que existe una posibilidad, por lejana que parezca, de salir de la situación de penuria económica y social en que se encuentra sumida la ciudad.
Les decía en pasadas semanas que se presentaba una campaña sucia. La próxima sesión plenaria, la última en que se debatirán asuntos de importancia, será un buen ejemplo de ello. El mal llamado convenio universitario junto a cuatro modificaciones de elementos y el presupuesto municipal, conformarán el orden del día. Una provocación. Poner contra las cuerdas a una oposición que deberá decidir entre un voto favorable que supone una soga al cuello y una hipoteca imposible de amortizar u optar por el voto negativo que permitirá a Valadez protagonizar de nuevo el papel de víctima en el que tan a gusto se encuentra. Un victimismo al que habrán de ayudar los aliados de conveniencia junto a los habituales, armados ambos con los viejos y manidos argumentos guerra civilistas.
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