Debates y mítines




El primer minuto 07.11.2011

Los días previos al debate de esta tarde han sido todo menos un mero trámite. El PSOE, con el mitin de Dos Hermanas al que siguió el de ayer en Valencia, ha sacado a la arena a algunos de los que en su día fueran primeros espadas en un intento desesperado de, al menos, conseguir la unidad entre los suyos. Los discursos fueron los previstos, poco interés hacia las palabras de los líderes locales y regionales y entusiasmo, especialmente en Sevilla, hacia el tono mitinero y desesperado de Alfonso Guerra. El candidato por Sevilla no defraudó a los presentes, llegados a miles en autobuses desde todos los puntos de Andalucía, con un discurso en el que desgranó la retórica de otras épocas y disparó contra el PP con un lenguaje por fortuna ya olvidado. No va a convencer Guerra más que a quienes acudieron convecidos y debiera preguntarse porqué. Se daría respuesta de inmediato, inteligencia le sobra, y sólo le bastaría con leer las propias reflexiones del servicio de estudios de la Fundación Pablo Iglesias que preside y los informes que de ella han salido los últimos años. No necesitarían los populares siquiera recordarle su salida del gobierno, ni los despachos de su "henmano", ni cualquier otro de los escándalos con que dió por finalizada su etapa gubernamental. Sólo las reflexiones por las que le han tirado reiteradamente de las orejas desde su partido bastan para desacreditar su mensaje.
El torero, en palabras del propio Guerra, Felipe González, tampoco defraudó a la concurrencia. Alusiones al fin de ETA, acusaciones a un supuesto intento del Partido Popular por entorpecerlo y descalificaciones y acusaciones soeces contra el medio que destapó el escándalo del GAL y su director, han sido su argumentario principal. Rubalcaba, todo hay que decirlo, ha sido un convidado de piedra de las viejas momias socialistas.
El Partido Popular, por su parte, ha dejado la campaña en manos de la segunda línea para volcarse en la preparación del debate de esta noche. Parece evidente que Rajoy navega sobre la cresta de las encuestas favorables y se limita a dejar que el contrario se equivoque. Esta noche, sin el ánimo de los camaradas, Rubalcaba tendrá que tocar los dos asuntos que ha evitado este fin de semana: los cinco millones de parados y el asunto "campeón" donde uno de sus ministros ha sido acusado por una juez de la Audiencia Nacional de un asunto de corrupción y abre las portadas de los principales diarios. Rubalcaba tendrá que explicar su solución a una crisis con la que ha convivido los últimos ocho años y la diferencia entre una correa y una gasolinera gallega. Tendrá que justificar una extraña ley del embudo en la que lo ancho es para Blanco y lo estrecho para Camps. Y tendrá que hacerlo con un 17 % de diferencia en las encuestas y con el peor resultado histórico de su partido. Difícil tarea para un candidato impuesto a dedo en un partido que presumía de democracia interna.