El primer minuto 08.11.2011
Tengo que confesar que esperaba bastante más del debate y bastante más de mi paisano. Alguien que lleva en la política activa desde 1982 y con responsabilidades de gobierno en 22 de los 29 años que han pasado desde entonces debía haber sido algo más contundente en sus manifestaciones, más crítico con sus errores y más explícito en relación a sus proyectos de futuro. Rubalcaba, que llevaba preparado un discurso agresivo hacia quien presumía endeble, se mostró nervioso desde el primer momento, desubicado y remiso hacia el debate, limitándose a un interrogatorio hacia el aspirante a sucederlo. Si me permiten el símil, como si el boxeador que defiende el título hubiera de llevar el peso del combate y atacar al aspirante en lugar de lo habitual en ese mundo, en el que es sobradamente conocido que el combate nulo beneficia al campeón. Rubalcaba, es cierto, tenía una difícil papeleta y pretendió resolverla con un ataque directo cambiando su condición de candidato por la de periodista, pero Rajoy tenía su discurso claro y, aunque no enganchó a la audiencia, no picó en la trampa, se limitó a su libro y salió airoso.
Tengo que confesar que esperaba bastante más del debate y bastante más de mi paisano. Alguien que lleva en la política activa desde 1982 y con responsabilidades de gobierno en 22 de los 29 años que han pasado desde entonces debía haber sido algo más contundente en sus manifestaciones, más crítico con sus errores y más explícito en relación a sus proyectos de futuro. Rubalcaba, que llevaba preparado un discurso agresivo hacia quien presumía endeble, se mostró nervioso desde el primer momento, desubicado y remiso hacia el debate, limitándose a un interrogatorio hacia el aspirante a sucederlo. Si me permiten el símil, como si el boxeador que defiende el título hubiera de llevar el peso del combate y atacar al aspirante en lugar de lo habitual en ese mundo, en el que es sobradamente conocido que el combate nulo beneficia al campeón. Rubalcaba, es cierto, tenía una difícil papeleta y pretendió resolverla con un ataque directo cambiando su condición de candidato por la de periodista, pero Rajoy tenía su discurso claro y, aunque no enganchó a la audiencia, no picó en la trampa, se limitó a su libro y salió airoso.
Entonces llegó la primera pausa. Lo bueno de los descansos es que te permiten desconectar y eso fue lo que hice mientras esperaba el turno de las políticas sociales. El titular de un confidencial de internet desgranaba un estudio de la Universidad de Granada en el que se ponía de manifiesto que "un 28% de los universitarios" invita a copas a sus compañeras "para conseguir mantener relaciones sexuales". Lo llamativo del estudio es que los profesores autores del mismo consideran la invitación "conducta sexualmente cohercitiva". Argumentan los "profesores", cito textualmente, que "pese a que esta conducta – invitar a una copa – no puede considerarse una conducta explícita de agresión sexual, lo cierto es que conlleva una estrategia de debilitamiento de la capacidad femenina para resistirse a un contacto no consentido, lo que facilita el objetivo del agresor". Atónito, tengo que decir que me quedé atónito y de repente se me vinieron abajo todos los esquemas y enseñanzas recibidas de mis padres y abuelos. Educación, generosidad, caballerosidad, mi libro de urbanidad que aún conservo y mil años de tradición histórica de este país se vinieron abajo en un momento. Cuando salía de mi estupefacción, el remate: el estudio estaba financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Entonces, solo entonces, comprendí que mi reino tampoco es de este mundo. Y apagué el televisor.
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