Les contaba la pasada semana las dificultades que el portavoz de Izquierda Unida había pasado en el debate sobre la subida de impuestos para tratar de convencer a los televidentes de que lo blanco es negro, si bien una vez convenientemente aderezado de la correspondiente carga ideológica de la izquierda progresista que es capaz de conseguir, con el apoyo de los medios afines, que son casi todos, aplazar el debate y el coste político hasta el próximo año o, en su caso, de prosperar las pretensiones de la oposición, hasta que los vecinos puedan comparar el antes y el después en los correspondientes recibos y en sus correspondientes bolsillos. Pues bien, nada comparable a la cara que se le quedó al Concejal de Urbanismo, Rafael Duarte, el pasado jueves, al comprobar su grado de información en relación a las sanciones urbanísticas.
Vaya por delante, ya lo he puesto de manifiesto con anterioridad, que el Sr. Duarte me merece el máximo respeto personal y profesional y que, hasta la fecha, las declaraciones y los propósitos mas coherentes de este equipo de gobierno han salido de su boca. Teniendo en cuenta, además, que su actitud en el programa negando la mayor sobre la documentación que veía encima de la mesa, me pareció absolutamente sincera, el Sr. Duarte desconocía completamente lo que se le puso delante de los ojos, convendrán ustedes conmigo que el tema tiene una compleja explicación. Por una parte, no creo al concejal capaz de presentarse al programa a improvisar, con una información del asunto escasa y con la confianza de ir sobrado en sus conocimientos profesionales para, menospreciando el ganado- dicho sea en sentido figurado- que tenía enfrente, tratar de salir del coso con una faena de aliño, entre otras cosas, porque sus oponentes ya han demostrado suficientemente que no son precisamente mansos. Obsérvense las alusiones taurinas como metáforas, que aquí enseguida se dan por aludidos y te dedican una plaza.
Por tanto, la reacción del Sr. Duarte solo pudo obedecer a dos razones, o no hizo los deberes suficientemente, cosa en la que tampoco creo porque ha demostrado suficientemente tomarse interés por la cosa pública y porque, además, ante una invitación personal a visitar los campos esteponeros y ver la cruda realidad, me manifestó que, esa misma tarde, había recorrido algunos de ellos y estaba desolado por los sistemáticos incumplimientos que había observado y, lo que es más grave, la impunidad con la que los incumplidores actuaban al margen de la Ley o, por el contrario, con pena, porque había tomado la decisión de no alimentar tristezas, tengo que concluir que al Sr. Duarte le han colado un gol en propia meta por la escuadra, con el agravante de que no ha sido de rebote sino que iba dirigido y bien dirigido en esa dirección. Siguiendo con el símil del mundo animal, no sabe D. Rafael los bueyes con los que le ha tocado arar y difícilmente llegará a saberlo por mucho que se lo proponga.
No quiero terminar la semana, abandonando la tristeza habitual, sin felicitar a los responsables de la visita de SSMM los Reyes de España a Estepona, además de por la visita en si misma, por la categoría del evento que venía a inaugurar, este sí, que supone que el nombre de nuestra ciudad esté en todos los medios mundiales y que nos convirtamos, por unos días, en la capital mundial de la comunicación.
Sus Majestades nos trajeron, además, el agua tan necesaria y escasa en estos momentos, lástima de visita corta que no haya podido conseguir el restablecimiento de la capacidad ideal en los pantanos, buena idea esta de los pantanos, que seríamos sin ellos, pero no desesperen, todo se andará. No olvidemos que, tras el diluvio, vinieron días de abundancia y felicidad.
Sean positivos, yo prometo intentarlo.
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