EX-GILISTAS



Publicado en Estepona Información 17.05.08



Se habrán dado ustedes cuenta de que la palabreja que da titular a este artículo se ha convertido en un insulto. Algo negativo que echar en cara al adversario, especialmente cuando se carece de argumentos para rebatir opiniones. Este apelativo, de uso común entre las gentes de la izquierda, alcanza normalmente a quienes han tenido algún tipo de responsabilidad o cercanía con el poder en Estepona o Marbella en las dos últimas décadas. No es aplicable, de ninguna manera, a los ciudadanos que apoyaron aquellas opciones políticas, lógico al fin y al cabo, ya que de este río deben pescar los que quedan para seguir en el machito.
A mí, debo reconocer que me molesta. No vayan a creer ustedes que porque yo piense que cualquier tiempo pasado fue mejor, para nada, ni por nostalgia al líder carismático, que tampoco, ni porque yo crea que en un único periodo de cuatro años se alcanzaron más logros que en los casi diez años siguientes, que si, mire usted, eso si lo creo, ni que nunca nuestra ciudad alcanzó un nivel de bienestar y trabajo semejantes, que también. A mi, lo que de verdad me molesta es lo de Ex.
Porque yo, de un tiempo a esta parte, soy más gilista que nunca. Más exactamente, soy San Gilista, o sea, de María San Gil. La líder del Partido Popular del País Vasco. Aquella pequeña mujer, pequeña de estatura y complexión física, pero grande de valor y coraje. La que estaba sentada junto a Gregorio Ordóñez el día que le descerrajaron el tiro en la nuca. La que acompaña a los escasos valientes que se ofrecen a formar parte activa de las listas del Partido Popular en Ayuntamientos gobernados por pseudo etarras. La que hace unos pocos días ha vuelto a poner las cosas en su sitio alzando la voz contra la deriva nacionalista interesada de algunos dirigentes del Partido Popular. La que ha parado los pies a un Mariano Rajoy más empeñado en restar que en sumar, probablemente la única manera de no ser él quién haga de sustraendo.
El Partido Popular necesita gente como María. Gente que no mire sólo a su ombligo, que busque algo más que su solución personal. María tiene una idea de España, de su pasado como nación, de su historia y tradiciones, y la defiende. La defiende, incluso, contra la deriva de sus propios compañeros de partido que han pensado que es más fácil gobernar acercándose a los nacionalistas que combatiendo la exclusión y defendiendo la unidad. María es un referente de defensa de la unidad de España. Por eso, en mi opinión, Mariano Rajoy ha dado un terrible paso en falso, probablemente el mayor de los dados los dos últimos meses, que han sido muchos. Visto desde fuera, da la sensación que esta historia de desencuentros y luchas intestinas tiene los días contados. Que el Congreso de Valencia va a suponer para este Partido algo más que un simple Congreso. Tengo la percepción de que vamos a asistir a una refundación, a una catarsis que nos haga ver donde está nuestro sitio y que valores son los que debemos defender. Que una cosa es situarse en el centro y acercarse a un sector más amplio de ciudadanos y otra muy diferente situarnos en posiciones que no son las nuestras, defender postulados que nos son ajenos y ocupar posiciones que son de otros. No debemos perder las características que nos diferencian ni adoptar las que nos igualan para empeorar.
Claro que esta solo es mi opinión y ya saben ustedes lo que se dice por aquí. Las opiniones, como los culos, cada uno tenemos el nuestro. La diferencia es que, como señalaba acertadamente un compañero de columna, algunos las expresamos y otros, o las callan, excelente manera de sobrevivir al estilo de Pío Cabanillas -“Ganaremos, aunque todavía no sabemos quienes”-, o las esconden en el cobarde anonimato.
Ejemplo claro a seguir, página dos del manual de supervivencia, para mantener un salario de conformismo en la oposición silenciosa.