OLOR A PODRIDO


Tengo que reconocer que esta mañana he disfrutado como un niño con el triunfo de Samuel Sánchez. Primero porque como televidente es uno de los deportes más agradecidos, segundo como español por ser nuestra primera medalla y después porque en un equipo repleto de ganadores, Samuel era como la Cenicienta de la historia.


Después, caí en la cuenta de que el maravilloso espectáculo de la inauguración de los JJOO y el triunfo de ayer estaban haciendo que se disipara el olor a almendra amarga que despide la China de hoy. Leía que, al menos, en el Mundial del 78 en Argentina, la dictadura de Videla había sustituido a una democracia por la fuerza de las armas y se amparaba en que el deporte auna voluntades. En China hoy, ni siquiera esa coartada es válida. Este régimen es el heredero del represor de voluntades que surgió de la república maoista después de la matanza de Tiannamen. No cabe buscar la disculpa del deporte cuando se reprime y se secuestran voluntades.


Los paises occidentales se hacen un flaco favor prohibiendo manifestaciones políticas a sus deportistas. Todo lo que la televisión nos ofrece, al margen del deporte, es una sucesión de voluntades cercenadas en una única dirección, plagadas de calcetines blancos resultado del barrido de disidentes, del cierre de barrios obreros y de la militarización de gran parte de su juventud.


Mañana, como siempre que hay un evento de estas características, madrugaré para ver a Gasol y los chicos de baloncesto. La vida sigue a pesar de todo. Esto solo es un grano de arena de madrugada plena de sentimiento de culpa.