Rectificar es de sabios. Hacerlo a la fuerza es fruto de la improvisación. No es la mejor forma de empezar lo que es una felicitación de corazón pero es como es, y así lo expreso. En primer lugar, mis mejores deseos de futuro para el nuevo jefe de la Policía Local, Pedro Naranjo, un excelente profesional, preparado, integro y leal a quienes le ha tocado servir en el ejercicio de sus responsabilidades. Creo que con este nombramiento se prestigia el Cuerpo y se sigue un orden natural que, de alguna manera, había preparado el sustituido. Dicho esto, debo señalar que para este viaje, no hacían falta alforjas. Sembrar dudas, cabrear a mandos y subordinados, crear falsas expectativas y, lo que es peor, estar a punto de cometer una injusticia de difícil solución. Y no es que el que se ha quedado a las puertas mereciera algún tipo de duda, en mi caso absoluto desconocimiento, pero sí que habiendo mimbres, y buenos, en casa, porqué inventar la pólvora y coartar las carreras profesionales. Al final, lo dicho, buenas noticias que por la seguridad de los nuestros debemos celebrar.
Ahora falta la segunda parte. Lo pedí desde estas páginas la pasada semana y lo reitero ésta que, hasta la fecha, no ha dado novedad al respecto. El Oficial saliente, Alfredo Torres, es un pedazo de profesional. Y como tal, este Ayuntamiento y sus responsables deben tratarle. No se trata de, a rey muerto, rey puesto, sino de recompensar los desvelos, preocupaciones y dedicación de años al servicio de todos los ciudadanos. Años de disgustos, de pérdidas de sueño, de llamadas a horas intempestivas, de no tener familia ni horas para dedicarles. Todo esto no puede ser pagado con el silencio ni con la falta de reconocimiento. El primer compromiso del nuevo jefe debe ser el de la confirmación de los méritos de su antecesor, la salida profesional digna que se merece. La nueva concejal debe tener el coraje y la generosidad de enfrentarse, caso de ser ésta la razón, a la cerrazón de quienes se oponen a ello y, de no ser el caso, tomar la iniciativa de manera inmediata.
Saliendo de Estepona, no puedo por menos que referirme al escándalo del Juez Garzón y el Ministro Bermejo. Debo decir que siempre he creído en la separación de poderes, en la justicia, en la democracia y en el Estado de Derecho. Lo publicado en diversos medios, el sectarismo de otros afines al gobierno y la imagen que damos al exterior deben quedar desterrados de la vida política y social de nuestro país. Con independencia de su inocencia o culpabilidad, la justicia decidirá en el futuro, que unas personas pasen el fin de semana entre rejas, mientras instructor y ministro disfrutan de una jornada de caza con cena la noche anterior, en compañía de fiscal afín y Jefe de Policía de lejos conocido – Caso Roldán y Laos- no me negarán que no es la mejor carta de presentación al asunto. Es de lejos conocida la capacidad destructiva de determinados medios de comunicación, la famosa trituradora de la que algunos hemos sido víctimas directas, que se pone en funcionamiento en momentos concretos. Éste, reunía todas las condiciones. Situación económica que sitúa al país en recesión, destrucción de empleo record en la historia democrática, entidades bancarias en la cuerda floja con amenaza de intervención por parte del Banco de España y resto de parámetros de sobra conocidos, incluido el varapalo del presidente en televisión, han sido el detonante para la puesta en marcha de la maquinaria destructora.
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