Para los que siguen habitualmente estos comentarios, la imputación de Valadez no ha debido cogerles de sorpresa. Como ya les anticipaba la pasada semana, el que algunos llegaron a considerar la reedicción del barco de la esperanza encontró su iceberg y ha comenzado su descenso a las profundidades. Es cierto que la causa que lo ha originado, su particular trozo de hielo, puede no tener la relevancia jurídica suficiente. Pero lo que es indudable es que, sumado al resto de los errores de bulto que han acompañado a su gestión, conforma la gota que derrama el vaso de la ineptitud y de la tibieza en sus actuaciones, máxime en su especialidad de ver la paja en el ojo ajeno y obviar la viga en el propio.
No pienso ser yo quien critique una actuación técnica de la que carezco la documentación necesaria. Lo que nadie me negará es el derecho a la crítica política y, en ese sentido, a afirmar que el responsable de la ilegalidad hace ya tiempo que debió ser cesado. Como nadie me podrá echar en cara que exija del máximo responsable que inicie la reclamación de las cantidades percibidas ilegalmente por su mano derecha la concejal de Personal, Cristina Rodríguez. O que le exija que ponga en conocimiento del juzgado la irregular contratación del decano del colegio de abogados de Málaga, por importe de 150.000 euros, que fue puesta en su conocimiento por el tesorero municipal en su condición de liquidador de las sociedades municipales. También podría haber actuado en relación a los cuatrocientos millones de las antiguas pesetas que, desaparecidos de las arcas de las citadas sociedades, no han servido para el pago a proveedores sino para llenar los bolsillos de los anteriores responsables mediante contratos de dudosa legalidad que nadie parece tener el menor interés en investigar.
De la misma forma que señalo lo anterior, me reitero en las denuncias que he venido realizando en los últimos meses: Mentira tras mentira en asuntos económicos, inacción en la actividad y gestión municipales, represalias contra funcionarios por no plegarse a sus tropelías y falta de coraje para dar la cara. Si a esto le añaden la falta de respeto a los acuerdos plenarios y un equipo de gobierno conformado por tránsfugas, miembros discrepantes de su propio partido y representantes de las minorías en las últimas elecciones, comprenderán que la imagen que trasciende al exterior sea la de una república bananera.
Si a todo lo anterior le añaden que no hay un duro en la caja, que se está disponiendo de fondos de obligado depósito para el pago de nóminas, cuando no de subvenciones finalistas, y que se represalia a quién lo denuncia, entenderán que llevemos meses siendo noticia única y exclusivamente para lo malo. Dice Valadez que sólo saldrá de la alcaldía si se lo pide su partido. Poco le importan los cientos de ciudadanos que carecen de recursos, los trabajadores que aún no han cobrado su nómina o los proveedores del Ayuntamiento que han pasado de cobrar a sesenta días a desconocer cuando cobrarán, si alguna vez llegan a hacerlo. Parece claro que el alcalde sólo pretende perpetuarse en el poder a costa de lo que sea. Es decir, concluyendo, que no es sólo un iceberg lo que debe preocupar a Valadez. Son numerosos los que le están acechando los últimos meses. Y, justo es decirlo, única y exclusivamente por su torpeza al erigirse en juez, jurado y ejecutor en lugar de ocupar el lugar para el que había sido elegido.
Claro que tampoco es sencilla de entender la postura del Partido Popular. Mena pide su dimisión con la boca pequeña a sabiendas que esto supondría la definitiva disolución del Ayuntamiento y, por consiguiente, la formación de una gestora. Órgano este último que daría definitivamente al traste con sus aspiraciones de continuar en la pomada con el único mérito de haber pasado desapercibido los últimos años y estar en el sitio oportuno en el momento oportuno para una dirección provincial que, por no saber, desconoce que en Estepona tenemos puerto de mar.
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