De un tiempo a esta parte uno tiene la sensación de vivir en una pequeña ciudad gobernada de forma bananera, dentro de una comunidad en la que los funcionarios ya no dejan lugar a las bananas, pertenecientes ambas a un país de pandereta gobernado por el payaso más triste y penoso del circo. Cada día que pasa la sensación se va acrecentando, máxime cuando tenemos la desgracia de vivir acontecimientos como los de esta semana. Dice la teoría que una democracia se caracteriza por la separación de poderes: ejecutivo, legislativo y judicial tienen cada uno de ellos por separado sus propias competencias y una independencia relativa pero bien definida a la hora de actuar. En nuestra ciudad y en nuestra comunidad no sucede esto. En nuestra comunidad, por tanto en nuestra ciudad, el poder judicial está en manos del poder ejecutivo y, ya sea por presiones e intereses políticos, por miedos o por afán de mejorar en los correspondientes escalafones, la independencia sólo existe como vocablo de referencia, nunca como realidad palpable. Que el juzgado número cuatro de Estepona atravesaba una situación delicada, sus asuntos se ralentizaban sine die y la situación de la juez decana rayaba lo incomprensible, era moneda de uso común entre los profesionales del derecho. Que los servicios de inspección del CGPJ hayan actuado, precisamente, al ser imputado Valadez, raya lo impresentable y representa un claro y lamentable ejemplo de intromisión del poder ejecutivo regional en la autonomía judicial.
Claro que tampoco lo ha hecho mal el cuarto poder, esta vez en forma de agencia de noticias consorte, quien se lanza a denunciar un presunto asalto a la sede judicial responsable del sumario Astapa que sólo podía estar en su imaginación calenturienta e interesada. Ha tenido que ser el propio Juez titular quien saliera al paso de la manipulación para poner de manifiesto lo que era evidente. ¿Alguien ha pedido disculpas? Para qué si ya se ha conseguido el objetivo: desviar la atención sobre la noticia de verdadero interés y evitar que se hablara sobre los temas candentes, especialmente el pago de nóminas que a estas altas horas de la noche del Jueves parece se han abonado. ¿Cómo? Evidentemente de forma distinta a la “excusatio non petita” que hace sólo un par de horas ha lanzado Valadez. Nadar, nadar, hasta acabar en lo inevitable.
Para terminar voy a poner sobre la mesa algo que ningún grupo político reconoce debatir internamente pero en lo que todos, incluidos sus votantes, están de acuerdo. La imperiosa necesidad de debatir el asunto del personal de una forma diferente a la que se viene haciendo. Los ciudadanos, que pagan religiosamente sus impuestos elevadísimos, merecen otra forma de gobernar. Llevamos más de un año en el que el alcalde y su equipo sólo tienen un objetivo: pagar la nómina. No importan la forma, el origen de los fondos ni las irregularidades e injusticias que hayan de cometerse por el camino. Treinta días ¿trabajando? Para poder hacer frente al cáncer que corroe al Ayuntamiento. Es hora de echarle valor e imaginación, utilizar los resortes que permite la Ley y aquilatar la plantilla a las necesidades reales. Métodos hay. Falta valor político y sobran intereses de partido y sindicales. Los ciudadanos empiezan a estar hartos de que mientras se dejan las horas en la cola del paro continúe la sangría de fondos y se agoten los recursos con ese único destino. El cierre de comercios es continuo, los autónomos no levantan cabeza y el Ayuntamiento lleva un año sin hacer frente a sus compromisos con los proveedores. Quienes tienen la sartén por el mango (Endesa, Telefónica) lo tienen relativamente fácil. Quienes han arruinado su empresa y en muchos casos amargado sus vidas no tienen salida.
Si la cosa no llega a mayores es porque casi todo el mundo tiene alguien dentro de la casa, familiar o amigo en mayor o menor grado. Pero en la actual situación, con quienes trabajaban en paro y quienes están en edad de acceder a su primer empleo sin esperanza, es cuestión de tiempo que la esperanza se pierda y se acabe la paciencia. ¿Las consecuencias?: Imprevisibles, como un Juzgado de Instrucción.
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