Izas, rabizas y guadaloboneras






Parafraseando al Nóbel ya fallecido, autor de la novela que inspira el título de esta colaboración, "Manda Huevos". Que los vecinos de la zona Oeste de Estepona hayan tenido que dirigirse a los medios de comunicación nacionales para que se les tome en cuenta a falta de respuesta municipal y policial en relación a lo que sucede a diario en la rotonda del río Guadalobón y la siguiente en dirección Manilva, es de juzgado de guardia.
Las imágenes que los vecinos, especialmente los menores de edad, hemos tenido que soportar a lo largo del último año no son de recibo. Y no sólo por su desparpajo y provocación hacia quienes viven en la zona o deben pasar por ella para acceder a su domicilio o lugar de trabajo, sino por la imagen tercermundista de esclavitud y explotación que sufren por parte de los proxenetas que las controlan y las acercan a su "lugar de trabajo" como animales encerrados en furgonetas para dejarles abandonadas a su suerte hasta la hora de hacer caja. Frío, lluvia, humillación de clientes y vejaciones, además del peligro de verlas aparecer, de súbito, en medio de la carretera, reclamando clientes cuando los vehículos se acercan a la rotonda. Peligro en las noches de lluvia y baja visibilidad, peligro para sus vidas y responsabilidad para quién puede, sin proponérselo, causarles daño por frenar a destiempo. 
Presumimos de sociedad civilizada y asistimos impávidos al comercio del sexo en plena calle. Y, ahora, de repente, nos asustamos porque lo vemos en televisión. Como dijo el concejal Montesinos en el pleno de ayer, mucho golf, mucho hotel de cinco estrellas y terminamos siendo noticia por las putas de mi rotonda. Leía hace poco tiempo en relación a la reivindicación del sexo en la calle como un "acto natural" que debe permitirse. Como si el resto de actos naturales que cada uno de nosotros hacemos en la intimidad debiéramos o pudiéramos hacerlo a la vista del resto de nuestros vecinos y en plena exhibición pública.
Tengo que decir que me producen una inmensa pena. Paso todos los días por la zona camino de mi casa y no puedo dejar de reflexionar sobre las causas que las han llevado a esa situación. Y en la hipocresía de quienes llevan tiempo viéndolo a diario, algunos conviviendo, no creerán que estarían ahí si no tuvieran clientes, y se hacen cruces cuando piensan en las consecuencias que tendrá para la imagen de la ciudad y la caja de sus negocios. Tampoco se libran de responsabilidad los políticos locales que han visto como los vecinos hemos tomado la iniciativa ante la dejadez de unos y la connivencia de quienes tenían en sus manos los medios para darle solución. Y la obligación de habérsela dado.
Caso aparte debe hacerse con quienes desde las mafias nacionales o extranjeras se enriquecen a costa de la explotación de menores, inmigrantes traídas bajo engaño al negocio y presionadas con deudas multimillonarias y pasaportes retirados a la fuerza. Claro que los medios de comunicación a los que antes aludía y que han dado la voz de alarma poco hacen por solucionar el asunto más allá de unos segundos en los telediarios prime-time. Tras la aparición en el primer informativo de una cadena, la competencia tardó escasas horas en hacer acto de presencia en la zona con profusión de medios, una unidad móvil incluida.
Han pasado 48 horas desde entonces, las cámaras se han recogido, las imágenes se han vendido a medio mundo y a Estepona le quedarán los minutos del descrédito en los distintos programas de zapping y basura variada. Es probable que cuando la furgoneta de la explotación, de madrugada, pase a recogerlas, todavía lleguen a tiempo de verse en la televisión en uno de esos informativos nocturnos entre tele-ventas y echadoras de cartas. 
No crean que sentirán vergüenza, no nos lo merecemos por nuestra desidia en la exigencia de soluciones. Se reirán, seguro, han perdido el respeto hacia todo y hacia todos, especialmente por si mismas. Son juguetes rotos de una sociedad enferma que, entre tanta vorágine, prisas y afán por el dinero, no se da un respiro para analizar el legado que vamos a dejar a nuestros hijos.

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