La trama





Desde un punto de vista narrativo, la trama es un relato, no necesariamente cronológico, de una sucesión de hechos presentados al lector. Se contrapone con la fábula en  que esta última relata los hechos en el orden causal y temporal en que suceden. Curiosamente, en Estepona, en los tres últimos años, se han mezclado ambos conceptos hasta componer una trama absolutamente fabulada por unos personajes sacados de algunos de los treinta tipos de tonto que describía en mi artículo de la pasada semana.
Cuanto más vuelvo la vista atrás, más termino de convencerme de que tras el trabajo de denuncia de determinados medios de comunicación, pocos, y algunos políticos y ciudadanos comprometidos, menos aún, que denunciamos - en estas páginas hay cumplida muestra en los últimos cinco años - lo que nuestro juicio era un gobierno insensato en manos de un loco suicida manejado por los intereses varios de unos pactos de difícil  ensamblaje, se escondían los oscuros intereses de una serie de personajes dignos de especial estudio.
Uno, al que le enseñaron de muy pequeñito que quien guarda, haya, ha repasado tras la publicación la pasada semana del reportaje sobre el responsable de la revista “El Mirón”, algunos de los ejemplares de la misma y repasando la nómina de colaboradores que hicieron posible semejante bodrio editorial.
Si nos situamos en las fechas, una de ellas de Agosto de 2005, nos encontramos entre sus páginas a los impulsores del Foro Ciudadano de Estepona, el ya citado responsable de la revista y quién fuera candidato a la alcaldía por ese partido, Rodolfo López Jaén. Pueden ustedes continuar revisando las fotografias y se encontrarán con algún responsable del actual gabinete de Valadez y miembros destacados de una televisión que nos cuesta más de dos millones anuales y nadie ve. Por no hablar de parte del entramado mediático del tonto número treinta y uno, el de nuevo cuño académico.
Si ustedes repasan la parte abierta a las partes del sumario Astapa, podrán ver con claridad la relación a la que hago mención. Los denunciantes, aspirantes a testigos protegidos, más perdidos que el barco del arroz en sus denuncias, no se habían tomado siquiera la molestia de enterarse de lo que estaba sucediendo y, como digo, publicaron y denunciaron a medios de comunicación y personas ante el silencio cómplice de quienes entonces, todavía, pretendían mantener los dos sueldos en casa. Los denunciantes, decía, se limitaron - como Gila en uno de sus memorables sketchs - en apuntar aquello de - alguien ha matado a alguien- y a hacer mención de hechos que, decían, les habían relatado terceros o, simple y llanamente, procedían de la imaginación de quienes antes les comentaba. La banda que urdio la trama, a medida que avanzaba el tiempo, decidió que el negocio se les quedaba chico, el chantaje publicitario no funcionaba, y decidieron dar el salto a la política. Para ello era necesaria la complicidad o, al menos, la indiferencia de los medios a los que antes habían hostigado. Así es que, manos a la obra, echaron cara al asunto y el nene y su papá - el gran tapado de la historia- acompañados de un abogado de Madrid, trataron de comprar el silencio de los medios a los que antes habían hostigado, ante lo que tenían preparado para el 2007. Que no era otra que el asalto al Ayuntamiento, como quedó probado en la grabación que con pocos medios y mucha imaginación les preparó Rafael Roselló. 
Después del batacazo electoral decidieron que lo que no habían ganado en las urnas, había que dinamitarlo. No los costó mucho a los denunciantes. Es cierto, volvemos al principio, que la situación política y empresarial se parecía más a un mercado persa que a una administración pública y encontraron quién les comprara la historia. Me dá la sensación, iremos avanzando en la teoría, que se produjo una curiosa confluencia de intereses. Por un lado, los personajes de la trama descrita, por otro, personajes de altos vuelos y más elevados intereses económicos. Entre todos la mataron y ella sola se murió. Estepona, la gran pagana de una historia de ambición y añoranza. De vitolas caras.