Ha pasado ya una semana desde que a través de la cadena amiga tuviera conocimiento, antes que por mi abogado, de la sentencia que absolvía al anterior alcalde del delito de injurias y calumnias por el que le había denunciado. No escribí sobre el asunto la semana pasada por dos razones, la primera porque no había leído la sentencia y la segunda y más importante porque ya tenía escrita mi colaboración semanal y no era cosa de que perdiera actualidad, máxime cuando con la perspectiva del tiempo mis reflexiones sobre este asunto serán seguramente más atinadas. Hay que agradecer a su Señoría la prontitud en emitir su fallo tan sólo un par de meses después de la celebración del juicio. Sobre todo si se tiene en cuenta que para la celebración del mismo hubo de esperarse la friolera de cinco años que mediaron entre la denuncia y la señalización de la fecha del mismo.
En relación a la sentencia en si misma poco hay que comentar. Los argumentos esgrimidos por Su Señoría sitúan a cualquiera que haya ejercido un cargo político como un muñeco de feria al que se puede insultar, injuriar, ofender, denigrar y vomitar sobre ellos toda la bilis que sea necesaria, especialmente cuando el que lo hace utiliza los medios públicos, pagados con el dinero de todos, a su antojo. Claro que en el pecado cada uno llevamos nuestra propia penitencia. Aquellos polvos traen estos lodos y mi querido ex-cargo público, ya para siempre hombre público, ahora y por un tiempo que por corto que sea siempre se te hará eterno, serás tu quien deba probar, en pequeñas pero jodidas y dolorosas dosis, aquella medicina que como médico de familia y con formación médica en alergia, recetaste a todos y cada uno de los rivales políticos y no políticos que discreparon con tu, por otra parte, y no lo tomes como reacción porque siempre fue mi criterio defendido en esta página, repugnante forma de hacer política.
En definitiva, que para mí este tema ya es tremendamente aburrido y para tu tranquilidad te diré que por esta misma razón he dado instrucciones para no recurrirlo. De manera que, a partir de este momento, te cedo generosamente el testigo del protagonismo en los medios de comunicación, del uso indebido de los medios públicos contra tu persona y del sufrimiento familiar del que creo que ya estás teniendo noticias de primera mano. En definitiva, querido, de todas y cada una de las etapas de este particular Tourmalet en que tu convertiste lo que únicamente debió ser discrepancia política. Te anticipo que el asunto no es baladí. Cada declaración previa, cada cita para entrega de documentación, diligencia o la simple compulsa de documentos, llevará aparejadas imágenes que no se borran de tu retina pero que te molestará recordar al verlos impresos en papel o en la magnífica pantalla plana de tu salón. Y a los tuyos más que a tí.
Regularmente, como una hipoteca, aunque sin carencia definida, cualquier enemigo o simplemente un niñato con ganas de tocarte las gónadas desde un nick escondido de un foro o una Web relacionada con asuntos similares, colgará de nuevo las imágenes, hará absurdos comentarios desde el desconocimiento más absoluto, google se actualizará y con un golpe de ratón cualquier internauta, desde cualquier lugar del mundo, tendrá acceso a tu particular calvario. Y, encima, el citado elemento, que vive a cientos de kilómetros de Estepona, ciudad que, por cierto, probablemente ni conozca, tendrá razón para opinar. Porque no habrá hecho más que "ejercer legítimamente, aunque con excesos verbales, su libertad de expresión e información en el contexto de la crítica política y de la denuncia de una serie de irregularidades en la gestión de fondos públicos, dentro de los parámetros constitucionales, expresando opiniones e informaciones atenientes a un asunto de interés o relevancia pública, obtenida con un mínimo de diligencia y veracidad".
Así pues, no sólo te cedo el protagonismo sino que, además, en un alarde de buena y pre-navideña voluntad, te deseo que se haga contigo la misma justicia que se ha hecho conmigo en este caso. Que todas y cada una de las pruebas que aportes tengan la misma veracidad que las que aportaste a esta causa, los informes que pidas se hagan con la misma fiabilidad y que te cuesten el mismo poco dinero, aunque esto último es difícil porque ya no te queda pólvora del Rey.
Una cosa si tiene de bueno ser "hombre público". De haber sido mujer, Su Señoría me hubiera convertido de facto en puta.
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