Hacía tiempo que no veía una situación tan ridícula como la del ministro Corbacho leyendo las cifras de asistencia a la huelga general del pasado miércoles. Una huelga que iba, en pura teoría, contra su departamento y en la que él, cosas de la relación gobierno-sindicatos, estaba del lado de los huelguistas. Al menos así lo parecía a la vista de lo compungido de su semblante.
Es curioso este país en el que, al sonar de las trompetas de la pseudo progresía, en realidad el sectarismo más reaccionario, los derechos se convierten en deberes. Tocho, Méndez y los piquetes coercitivos - sus sinónimos son coactivo, represivo y restrictivo y su antónimo liberador, curiosa paradoja - nos han dejado para la historia la conversión del derecho a la huelga, por cierto anterior a la Constitución, por el deber a la huelga. El pueblo español que para estas cosas del 2 de Mayo y similares, o sea para las imposiciones, es muy suyo, les ha dicho a los sindicatos lo de Labordeta !a la mierda! que a la clase obrera el pan empieza a faltarle y no se les ha visto hasta que ya no eran necesarios. Y en esas estamos, a esperar un cambio de gobierno que termine con el chollo de los metrosindicalistas y los metroliberados y los ponga a trabajar.
Claro que la cosa ha de ser difícil cuando, valientes ellos, no dan la cara. Vaya a ser que se les acabe el chollo. A pesar de que el miércoles en el Parlamento sólo faltaron siete diputados socialistas, a la manifestación celebrada por la tarde asistieron según distintos medios de comunicación, más de cincuenta. La diferencia es que a esa hora y con el jersey de lana todos los gatos son pardos. Así, se cumple con el sindicato y se mantiene el escaño que en tiempos de crisis cualquier agujero es trinchera, en este caso bien pagada y con calefacción.
En Estepona la cosa ha sido más curiosa. Aquí quienes han hecho huelga han sido los piquetes y los propios sindicalistas. Huelga al cuadrado. Es decir, han debido declararse en huelga de piqueteros y se han ido, como mucho, de café y churros. Y no será porque el okupa que debiera garantizar el derecho al trabajo haya cumplido su obligación, no. Éste, amenazaba con el fuego purificador a quienes acudieran a trabajar hasta el punto de que hubieron de recordarle la diferencia entre deberes y derechos. Si hace algunos años la broma versaba sobre la incongruencia entre ser obrero y de derechas, en Estepona tenemos a un sindicalista de jefe de personal. ! Manda huevos! que dijera Trillo.
Cambiando de tema que no de fondo de pantalla, las cosas empeoran en nuestro Ayuntamiento. Una nueva víctima de la sinrazón jurídica ha terminado por entregar la cuchara. Tras su valiente y bien fundamentada intervención en el último pleno al que asistió, Dolores ha terminado por cansarse. No vayan a creer que hay nada que reprocharle, ha dado mucho más de lo que ha recibido. Y de esto último lo que más ha debido dolerle ha sido la incomprensión de sus propios compañeros de trabajo que han hecho de ella su particular muñeco de vudú al que aplicarle las agujas. Total, qué importa de donde salga el dinero, lo importante es cobrar y ella era el último eslabón de legalidad que podía poner en peligro el uso indebido de fondos.
Pretender explicar esto a quienes desde posiciones "progresistas" lanzaban sus dardos contra ella en el facebook en horas de trabajo habrán de coincidir conmigo en que resulta harto complicado. Sirva, pues, esta breve columna como homenaje a ella y de paso, por si sirve de algo, para que las redes sociales se utilicen en el tiempo libre de cada cual, desde la wi-fi o la red de cada cual y con el dinero de cada cual. No sé si me siguen. No tengo yo nada claro que gran parte de quienes hoy acceden a Internet desde instalaciones municipales tengan necesidad alguna de las mismas para su trabajo. Es evidente que técnicos, abogados, jefes de negociado y cargos políticos, en razón de su responsabilidad, deban acceder a éstas. Pero la gran mayoría, los cientos de contratados con teléfono que no descuelgan y ordenador que apenas saben utilizar, no necesitan de ello para nada. Mucho menos para contactar con los colegas vía Messenger o el en facebook. Y, no lo duden, el ojo que todo lo ve, el ciudadano que desde su tiempo libre provocado por el paro y la desesperación accede a las mismas, recibe una punzada en el estómago cada vez que se conecta y ve el destino del embargo de sus cuentas. Si le queda algo que embargar.
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