Realidad paralela




Cuando ayer leía las primeras informaciones acerca del particular balance que el alcalde de Estepona hacía del año 2010 no me sorprendí en absoluto. Suelo guardar respeto sobre la capacidad intelectual de la gente y no me creo que nadie se tire piedras sobre su tejado. Quién no tiene una inteligencia cultivada, salvo los necios pertinentes, tiene una natural que le permite accionar los mecanismos de autodefensa cuando vienen mal dadas. Valadez es un caso curioso. Lo poco que lo he conocido personalmente me ha parecido un hombre cultivado - que no culto - y, por tanto, en perfectas condiciones para darse cuenta de lo que está haciendo, y lo que no está haciendo por esta ciudad. Las declaraciones triunfalistas de ayer, a fuer de exageradas y carentes de credibilidad, resultaron ridículas en este puntual momento y ponen de manifiesto la huida hacia adelante que él y su partido han iniciado de cara a las elecciones del próximo 22 de Mayo. Heredia y Conejo, sus mentores o consentidores a la fuerza, están a  punto de batir todos los récords posibles de batacazo electoral. Si las encuestas que se barajan son ciertas, habrán de hacer el petate y dejar el cuartel sin aquella cartilla blanca donde en la casilla valor señalaba: “se le supone”. En su caso, ha quedado claro que el valor lo tienen contrastado. No me negaran que no hay que tenerlo para acercarse por Estepona y apoyar con su presencia los dislates que este gobierno nos ha dejado en los casi tres últimos años.
En definitiva, qué si Valadez, en su sesudo análisis de lo que nos ha dejado el año 2010, hace la valoración que he tenido que leer en los medios, habrá de concluirse que ha decidido tomar por la calle de en medio y mentir como un bellaco. No puede entenderse de otra forma su elección de los asuntos a valorar a la vista del verdadero resumen del año. Valadez ha eliminado de un plumazo todos y cada uno de los escándalos que han ocupado las páginas de este semanal, ha dado la callada por respuesta a todas y cada una de las informaciones que ponían de manifiesto las irregularidades en su gestión, su falta de capacidad de liderazgo para imponer un criterio económico que sacara a empresas y trabajadores de una crisis brutal y ha sido permanentemente el capitán de una nave a la deriva que, como hemos visto en el último pleno, carecía, incluso, de la capacidad de obligar a sus marineros a coger los remos de las sociedades municipales. Por si fuera poco, quién participara de campañas electorales tan complejas que dieron lugar a lo que todos sabemos y se aprovechara de ellas en beneficio propio, pretende ahora poner en tela de juicio la apertura de dos sedes electorales por parte del principal partido de la oposición cuestionando su financiación. Él, precisamente él, que se ha gastado 23 millones de euros que no son propiedad del Ayuntamiento sino de particulares que los depositaron condicionándolos a la aprobación de un Plan General que él mismo paralizó.
Él, precisamente él, que mintió a los ciudadanos con una ordenanza a traición que eliminaba buena parte de las subvenciones al IBI y aumentaba un 30 % de media el citado impuesto. El mismo que ha cobrado de forma presuntamente ilegal - está en manos de la justicia - las tasas de basura de los dos últimos años. Por no señalar el último escándalo destapado por Estepona Información la pasada semana a cuenta de la escritura ocultada a la juez o de las Juntas Generales y estado de liquidación de las Estepona XXI aprobadas, entre otras, por una sociedad que no tiene representación en los citados órganos. Qué decir de la cuenta fantasma de Empladús, cuyas dos únicas firmas autorizadas a la fecha de celebración del último pleno estaban sentadas en el mismo pero manifestaban desconocer el asunto a pesar de firmar los cheques emitidos a su cargo.
Vive, pues, Valadez, una realidad paralela, otra dimensión política y otra dimensión económica. Valadez no sufre porque no padece, como miles de convecinos, las consecuencias de una grave crisis mundial agravada en España por algunos que, como él, han perdido la capacidad de ponerse en la piel de los demás.