Leía esta misma mañana al maestro de articulistas Manuel Alcántara. D. Manuel, brillante como siempre, contaba a sus lectores del grupo Vocento como Albert Einstein, a preguntas de un neófito, definía su teoría de la relatividad. Venía a explicar que el tiempo no era más que un concepto abstracto y ponía como ejemplo la diferencia que supone el transcurso de diez minutos en la vida de un hombre que acaba de conocer a una mujer por la que se siente atraído y ese mismo espacio de tiempo en quién se encuentra en la consulta de un dentista y acaba de entrar el paciente que le antecede. Si trasladamos ese mismo concepto relativista a la situación económica y social que discurre en nuestra ciudad en comparación con la que se vive en el resto de nuestro país, comprobaremos, en primer lugar, que difícilmente la comparativa es extrapoladle al carecer el país en su conjunto de capacidad de enamoramiento para, a continuación, darnos cuenta de que no es lo mismo una limpieza bucal que la extracción de la muela del juicio.
Dicho de otra forma, para quienes no somos nacidos en Estepona y, en consecuencia, estas fechas navideñas suponen la reunión familiar, salir de la ciudad es darnos de bruces con una realidad que a menudo negamos. Es cierto que vivimos en un país que atraviesa una profunda crisis económica y social, de la misma forma que es cierto que las alarmas suenan en todas y cada una de las comunidades autónomas que lo conforman y en todas y cada una de las provincias que componen éstas y los pueblos que pueblan estas últimas. Pero también es cierto que en ninguna de ellas la sensación de pozo sin fondo es tan acusada como en nuestra ciudad. Es, pues, relativa la percepción de la miseria económica en que estamos sumidos. Algunos, inocentes optimistas, ven la botella medio llena. Otros, más negativos, la ven medio vacía. Nosotros, quienes vivimos y padecemos esta ciudad, no vemos siquiera la botella.
Cierto es que los problemas han llegado a todos los rincones de la piel de toro, como cierto es que las medidas, insuficientes a todas luces, tomadas por el gobierno de la nación, han sido aplicadas con distinto éxito en según que localidades. Así las cosas, hay quienes han priorizado la solución de problemas de especial dificultad, problemas enquistados de años. Otros, por el contrario, se han limitado al embellecimiento, a obras menos necesarias pero indispensables para llenar el caladero de votos. Hay quienes han construido pueblos de futuro: polideportivos para poblaciones de menos de doscientos habitantes o piscinas donde no hay jóvenes que puedan utilizarlas por motivo de la emigración. Todo, como ven, es relativo. Lo que no he tenido ocasión de ver, salvo en nuestra ciudad, es el dinero tirado en obras que habrán de rectificarse de forma inmediata con el consiguiente doble gasto de derribo y reposición. Llueve sobre mojado y seguramente ustedes estarán hartos de mis reiteradas quejas sobre los mismos asuntos. También esta, mi reiteración, es relativa, si tienen ustedes en cuenta que con el dinero que se ha dilapidado en el carril bici - el triple de cualquiera de los llevados a cabo en este país - se solucionarían los graves problemas de inundaciones en nuestra ciudad cada vez que caen cuatro gotas. Claro que esto último también tiene su historia. Pero eso es harina de otro costal y ya les hablaré en su momento del costalero.
También es relativa la inocencia de nuestros hijos que terminan acostumbrándose a cualquier espectáculo, por cutre y lamentable que sea, cuando en sus corazones anida la esperanza de una noche mágica. ¿Creen ustedes, acaso, que alguno de los niños que asistía a la cabalgata de Reyes fue consciente de lo que tenía delante de sus ojos? En absoluto. Su mirada en ese momento estaba en su imaginación. En la noche que les quedaba por vivir. En la mañana del día siguiente. Otra cosa, de nuevo lo relativo, es lo que sintieron sus padres cuando vieron el destino de sus impuestos.
También aquí Einstein tenía qué decir: ""En tiempos de crisis la imaginación es más efectiva que el intelecto."
2 comentarios:
Sería de agradecer un poco de rigor en la información. Sin excusar en absoluto a los responsables de la organización de la cabalgata ni a D.Valadez, creo que si, sabiendo como seguro que sabía D.Valadez la mala prensa que le supondría una cabalgata "tan cutre", si no hicieron más es porque no pudieron, por su falta de recursos, por su ineptitud, y también por las zancadillas de los demás. Sin excusar a nadie o, mejor aún, culpando a todo el mundo, incluso a los propios ciudadanos, creo que una cabalgata debía ser responsabilidad de todos, incluso de los propios ciudadanos. Pero la mayoría anda muy distraida; unos, apoltronados en sus asientos lamentándose por su falta de recursos sin atajar los problemas de raiz, otros apoltronados en los asientos de enfrente martilleando constantemente sin argumentar lo más mínimo, y los ciudadanos, rajando en los bares o tirándonos al suelo en busca de unos míseros caramelos. En esta época de crisis una cabalgata de reyes adecuada es responsabilidad de todos.
Por otro lado, continuar erre que erre con el tema del carril bici es un poco cansado.
Muy barato, intelectualmente hablando, le ha salido a usted este artículo, sr.Gerez. No cuesta nada decir las verdades sin tener que recurrir a los tópicos.
Por partes. Comienzo por el final agradeciéndole las expectativas intelectuales, sólo el hecho de que espere algo en ese sentido es un halago para cualquiera.
Entiendo, por otra parte, que el fondo del artículo iba, o pretendía ir, más allá del asunto del carril o lo cutre de la cabalgata. En cualquier caso no me negará que no son ambos asuntos graves que debemos soportar los ciudadanos. Porque, al menos yo, por mucho que ponga negro sobre blanco mis impresiones, hace ya mucho que no tengo competencia alguna en estas historias más allá que cualquier otro vecino de esta ciudad.
En lo que si coincido con vd. es en la falta de capacidad de quienes gobiernan y la de generosidad de quienes están enfrente. Unida a la inteligencia política que supondría ayudar a salir de este profundo pozo.
Gracias por sus comentarios.
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