Carnivale





Cuando ustedes lean estas líneas la feria estará en su fase final. El fin de semana, habitual fecha de encuentro de muchos padres de familia que no tienen otra en el calendario, verá como se esconden en las catacumbas los festeros de 24 horas que inauguraron el martes y aún están por la labor. Tengo que confesarles que  hacía un par de años que no disfrutaba de las calles de Estepona. La crisis económica como a casi todos, pero en mayor medida el pesimismo político del que la ciudad se está aún despertando, me mantuvieron como a otros muchos fuera del círculo de una fiesta a la que me enganché desde mi llegada a la ciudad hace ya catorce años. Les decía antes que la ciudad comienza a desperezarse y hay ejemplos de que esto es así. La recuperación de la caseta de la Radio-Televisión en la Plaza de Las Flores o el esfuerzo de inversión que han hecho varios empresarios en el reciento ferial, tanto en las casetas familiares como en los espectaculares bares de copas que se han instalado este año, son buena muestra de ello.
Es aún un momento incipiente. Para que la feria vuelva a su viejo esplendor es imprescindible recuperar el espíritu andaluz. Las mujeres ataviadas con los vestidos y batas típicas de estas fiestas, los caballistas y enganches en las calles son el siguiente paso. No podemos olvidar el destierro de los descamisados y la prohibición de emisión de los ruidos que los últimos años han sustituido a la banda sonora que debe acompañar un recinto ferial. Otra de las patas de este banco es la unificación de criterios en las casetas de la feria de día. Por muy benéficas que puedan ser, no todo vale. Hay que exigir un mínimo en las carpas, decoración y concesión de las barras. Todo lo que no pase por mejorar en calidad, estética y espíritu andaluces nos aleja irremediablemente del circuito de fiestas con declaración de interés en lo que verdaderamente importa: en el gasto por usuario y en el número de los mismos.
Está claro cual debe ser el objetivo a alcanzar: un recinto ferial permanente que permita la optimización de los costes a través de las casetas oficiales y de entidades de obra y la uniformidad en las de particulares. Uniformidad en los mínimos para dejar abiertos los máximos a la capacidad de improvisación de los creadores tal como ha empezado a ponerse de manifiesto este año. Verán que no quiero dar nombres, pero están en la mente de todos los que han pisado la feria de este año quienes apuestan por dar un empujón de calidad a las instalaciones. Ese es el camino y en esa línea deberán moverse los que se incorporen en años venideros. El recinto ferial permanente, donde se celebrarán tanto la feria de día como la de noche, permitirá contemplar el paseo de caballos y carruajes en la línea en que ya se mueven desde hace años la mayoría de Ayuntamientos de tamaño similar al nuestro.
Y no se me olvide una referencia a los propietarios de las atracciones. Los precios son insostenibles. O se adecuan a la situación general del país, tanto en lo económico como en lo social o matarán la gallina de los huevos de oro. No pueden hacer tabla rasa en los precios de las atracciones cuando ésta no existe a la hora de cotizar por las parcelas. No es lo mismo el precio del suelo en Estepona que en Sevilla pero, en cambio, sí lo es el que deben pagar los padres por subir al niño en la atracción. Yo, por si acaso, ya he descubierto la alternativa. Es una serie de la HBO. Su título: “Carnivale”. No se la pierdan. Ya sé que esta recomendación atenta contra la producción española pero no puedo resistirme a colaborar en la educación de los televidentes. Y en su bolsillo, claro.