Sin recuperarnos aún del largo puente y algunos con el mazazo futbolero del sábado voy a manifestar mi absoluto acuerdo con el primer ministro inglés en su estudiada separación de una Europa que tiene poco de solidaria aunque a priori pueda parecerlo. Europa, como los bancos, te pone el paraguas cuando hace sol y te lo quita cuando llueve. De la banca ya saben ustedes casi todo, los más lo sufren en sus carnes cuando acuden a pedir una bocanada de oxígeno. De Europa, esa gran desconocida, comenzamos a conocer los primeros indicios del precio de su solidaridad. Porque Europa no es un ente abstracto sino un conjunto de países en el que los poderosos le prestan a quienes atraviesan dificultades a unos tipos de interés que no obtendrían en el mercado y con unas garantías dignas de los anales de la usura. Es decir, que los países en dificultades acuden a buscar árnica y se encuentran con un revuelto de amanita phalloides a medio plazo.
Los ingleses, con Cameron al frente, han dicho basta y se han mantenido como el imperio histórico que son. Lo hicieron con el euro y lo hacen ahora en plena desintegración de una Unión Europea que solo existe como definición. Y no son menos solidarios por esto. No lo fueron en la segunda guerra mundial y no lo serán ahora pero marcan las diferencias porque ni engañan ni se dejan engañar. No le pondrán a nadie buena cara para después levantar el brazo ante el ejército ocupante como hicieron los franceses ante la ocupación alemana, pero tampoco le engañarán con una resistencia que sólo existió en la imaginación. Eso si, cuando haya que dar el callo allí estará la Albión. Pérfida, pero solidaria.
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