El primer minuto 16.12.2011
Ayer, en la tertulia que sigue a estos comentarios, apunté a la presunción de inocencia de Francisco Camps, de la misma forma que escribí en su día de la del ex alcalde de Estepona y todos quienes sufrieron condena de televisión en el caso Astapa. Poco después, en el propio salón de plenos de Estepona y en tono irónico, un viejo amigo me echaba en cara mis palabras aludiendo a la ideología y poniendo en cuarentena mis afirmaciones. Vuelve la burra al trigo y me reafirmo en lo expuesto: habrá, con toda probabilidad, mil y una razones de índole política o económica para que los valencianos que son quienes le votaron, hubieran acabado con la carrera política de Camps pero no es de recibo - de recibos va la cosa - que se le someta casi a la excomunión por cuatro trajes, encima baratos y de regular calidad.
Camps no puede justificar que pagara los trajes porque carece de recibos que justifiquen su pago. A partir de ahí, para los medios de ideología contraria expertos en linchamientos selectivos, es culpable porque no puede demostrar su inocencia. Es decir, se invierte la carga de la prueba y es el acusado el que debe demostrar que no es culpable en lugar de lo que es legalmente preceptivo. Por esta regla de tres, si yo estuviera entre el juzgado popular, pondría al sastre en el compromiso de demostrar que los trajes no se pagaron. Es decir, que demuestre que Camps se llevó los trajes y ninguno de los ingresos bancarios efectuados en sus cuentas corresponden al Presidente de la Generalidad Valenciana. Camps, como yo mismo y la mayor parte de la gente que conozco, no guardó sus recibos porque no tiene sociedad a la que cargar los gastos de vestuario. Hizo como el común de los mortales: guardar la factura hasta estar seguro de que no va a proceder a la devolución de la prenda. Lo que hacemos el común de los mortales en las mismas circunstancias. O, al menos, yo lo veo así. Y tendrán que convencerme de lo contrario con pruebas, como es preceptivo en derecho.
Parece claro que a Camps la prensa poco afín pretende hacerle un traje a la medida judicial.
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