El primer minuto en Radio Estepona
El comentario que hoy vengo a ofrecerlos no es plato de gusto para escribir. Para alguien que nació a la vida con la monarquía constitucional, ha defendido durante años, hasta que apuntes de realidad le hicieron dudar, al Rey de España, y está convencido de la bonhomía y honestidad de la Reina de España, escribir estas líneas no le resulta agradable. Lo he dicho repetidamente en este medio y no tengo el menor inconveniente en repetirlo: no me creo que los servicios de inteligencia del reino de España hayan permanecido de forma involuntaria ajenos a lo sucedido alrededor de Urdagarín. Como no me creo que no hayan recibido ningún tipo de instrucción al respecto y como tampoco considero desde ningún punto de vista inteligente a quién decidiera intentar tapar los hechos en la absurda creencia que no terminaría de ver la luz. Sabido es que en materia económica la manta que te tapa los pies te deja al descubierto la cabeza y viceversa.
Las noticias son cada día más preocupantes. Blanqueo de capitales, utilización de fundaciones infantiles con objetivos poco claros o emisión de facturas falsas son algunos de los cargos que puede terminar recibiendo el yerno real. Nada sorprendente, en quién, sin ningún tipo de fortuna familiar, adquirió una vivienda en la mejor zona de Barcelona por más de mil millones de las antiguas pesetas. Una auténtica incongruencia dentro de una familia que debiera ser un ejemplo para el resto de lo ciudadanos. Claro es que la nota de la Casa Real poco contribuye a la normalidad. Es duro decir esto pero poca credibilidad tiene ya el encargado de velar por la normalidad democrática cuando es incapaz de reprimir y analizar, asumiendo los errores, los propios vicios familiares. Poco recorrido le quedará a la Monarquía si no es capaz de retomar la cercanía con los ciudadanos y su confianza. Y no olvidemos que en un horizonte cercano se atisba un cambio de cabeza coronada.
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