La semana pasada el juez sevillano encargado del asunto de Marta del Castillo dictaba sentencia. Como era de esperar, a la vista de las pruebas presentadas por la policía y por la deficiente instrucción, una sentencia muy alejada de la que tenía en su mente una opinión pública manipulada por los especialistas del engaño televisivo, de la telebasura judicial, de la condena a pena de televisión de la que ya hemos hablado en este mismo espacio. Está claro que nadie con una mínima sensibilidad ha podido quedar conforme con la sentencia. Como es perfectamente entendible que en la opinión pública quede una sensación de hastío hacia un sistema judicial que no termina de dar con las teclas que le conecten con la sociedad. Pero no es menos cierto que estas opiniones están viciadas, manipuladas por una información amarilla, carente de formación jurídica y más pendiente de las desconexiones publicitarias que de la auténtica información.
Del asunto de la joven sevillana nos quedan varias enseñanzas. La primera, que cuando se produce una desaparición las primeras cuarenta y ocho horas son vitales y aquí se perdieron y en Huelva llevamos el mismo camino con la desaparición de los dos hermanos. La segunda, que la presunción de inocencia es vital en el sistema judicial. Vale más perder cien culpables que condenar de por vida a un solo inocente. Finalmente, que el secreto sumarial debiera ir añadido del alejamiento o la prohibición de espectáculos mediáticos. Por el bien de la justicia y por la salud de las familias afectadas.
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