CONTRACORRIENTE

Supongo que entendereis que esté contento. Todos los que me conocen saben que me gusta el futbol, que soy madridista y, por encima de todo, de corazón, racinguista. Ex-jugador, de los del montón, ex-socio y asistente siempre que estoy en Santander a los partidos de mi equipo, lo que estamos haciendo este año supera lo imaginable.
Este año, mi amigo Jose -sin acento- Campos y el tal Bustamente se inventaron un himno para animar a mi equipo. La afición, ya sabemos como son estas gentes, no acabó de aprenderla, más por falta de convencimiento que de memoria. Por el contrario, una canción popular santanderina, ni siquiera cántabra, se ha convertido en nuestro particular You´ll never walk alone - Nunca caminarás solo- himno espectacular del Liverpool.
Es posible que el Sardinero no sea Anfield Road, que más quisieran los Beatles que ser de Santander, pero a mil kilómetros de distancia, cada vez que lo oigo, se me pone la piel de gallina.
La fuente de Cacho, que toma su nombre del antiguo propietario de los terrenos donde se asienta, forma parte de la memoria de varias generaciones de raqueros -algún día hablaré de los raqueros- que en ella hemos tenido nuestras primeras citas, nos hemos escondido para nuestros primeros besos y hemos acompañado a nuestros padres para llevar su agua a casa, cuando de verdad era una fuente, a la vuelta de los días de playa en épocas en que tener coche era una entelequia.
Hoy, la fuente de Cacho es el himno de un equipo de futbol, el mío. En mi memoria y la de varias generaciones de raqueros es algo mucho más entrañable y emotivo. Es parte de nuestros recuerdos de infancia. Parte de nuestras vidas.