¿Se acuerdan ustedes de la vieja canción de Jarcha, símbolo de varias generaciones de españoles ilusionados? Estoy seguro de que hoy, si se repitieran las circunstancias de entonces, cambiarían, no solo la letra, también la música. En la Estepona de hoy, lo apuntaba hace un par de semanas, hay poca libertad y mucha ira. Parece mentira que una generación que no ha conocido otra cosa que la vida en libertad, con discrepancias y alteraciones democráticas, pero en libertad, sea capaz de arrastrar semejante capa de ira incontenida.
Ira, que se refleja en los actos cotidianos. Ira, que lleva consigo una enorme costra de sectarismo que no sólo afecta a las relaciones con los contrarios, malo por supuesto, sino, también, con los afines. Ira, que afecta a la libertad de prensa, al debate público, al contraste de opiniones. Ira, que afecta, en suma, a la libertad.
El problema es que, como en los casos de Delirium Tremens, el virus hace que quienes sufren de este trastorno de la personalidad vean bichitos y enemigos por todas partes. Significa, también, que quienes coincidían contigo en los planteamientos hace sólo tres meses, sean vistos hoy como enemigos por mantener su posición inalterable. Recuerda tu postura, me dirijo a ti, la del conductor suicida que va por la autopista escuchando la radio y escucha al locutor decir: En la autopista A-7 un conductor va en sentido contrario esquivando los coches. ¿Uno?, dice el conductor suicida, no tienen ni idea, son cientos.
Si ustedes siguen habitualmente las colaboraciones en los medios de comunicación locales, especialmente las colaboraciones de este semanal, se darán cuenta de que no soy yo el único que viene lanzando avisos en relación a la conducta de quien nos gobierna. Quiero decir con esto que no es una percepción personal interesada. Más aún, es un aviso a navegantes desde una posición de pasada confianza personal y política, al margen de determinadas actuaciones que me parecieron erróneas en el marco de la operación Astapa.
No quiero particularizar, pero parece que en el lapso de un par de meses se ha producido una extraña mutación que ha hecho posible la rehabilitación de los innombrables, la comunión de los herejes, la exaltación de los impíos y la puesta bajo sospecha de quienes, aparentemente, habían de ser los puntos de apoyo de una nueva gestión limpia de polvo y paja. Esto, querido alcalde, solo puede obedecer a una razón. Estás atrapado y sin salida ante una maraña de intereses que no podías siquiera sospechar, rodeado y maniatado por quienes presumías de combatir y entregado a una causa que no es la tuya.
Mientras, crees que la Junta de Andalucía va a ser la salvación de nuestro pueblo. Curioso, han pasado dos mil años y seguimos creyendo en los Reyes Magos. Nada me alegraría más que pudiera ser así. Claro que, como decía un compañero de columna, sería curioso ver la opinión de los responsables de los cientos de municipios atrapados en una espiral de deuda, sin atisbar la puerta de salida, cuando la máxima institución regional anunciara las ayudas para nuestro pueblo. Sin contar la urticaria de Zarrías, desprovisto de una parte del presupuesto de prebendas y contrataciones para mayor gloria del pueblo esteponero y su máximo representante en la tierra.
Es hora ya de ser serios, al menos parecerlo, coger el toro por los cuernos y cumplir aquello que se decía era objetivo primordial. Es hora de ponerse a trabajar y resolver los problemas que preocupan, de verdad, a los ciudadanos. Ha llegado el momento de poner orden donde no lo hay y que quienes tienen en sus manos gran parte de la responsabilidad de sacar adelante la ciudad, quienes cobran todos los meses de nuestros impuestos, se pongan las pilas y dejen de lamerse las heridas de guerras no combatidas. Es hora, también, de que alguien se ponga al frente y marque el paso.
Espero no hayamos elegido a alguien con los pies planos.
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