Que de repente se nos presente un tornado en Estepona, después de la que está cayendo, no es nada normal. Es más, yo diría que las posibilidades de que ocurriera eran inferiores a una entre un millón. Máxime que, además, en ese mismo momento tuviéramos instalado un circo. Son las cosas de la Ley de Murphy, todo lo malo que pueda ocurrir, ocurrirá, cuando menos lo esperes y las circunstancias sean más desfavorables. No tengo la menor intención de ahondar en la herida, pudo pasarle a cualquiera, pero bueno será que sirva lo ocurrido, de una vez por todas, para separar competencias entre las distintas instancias que conforman la estructura municipal. Las autorizaciones administrativas, licencias, etc. deben quedar en manos de quién es competente, los seguros de responsabilidad civil garantizados – había cientos de niños en el circo- y los informes técnicos que ponen de manifiesto las deficiencias de la instalación, atendidos en sus recomendaciones en lugar de ser objeto de crítica por legos en la materia, curiosamente, los mismos que sacan pecho tras constatarse por desgracia su exactitud.
Será seguramente este mismo tornado el que se cobre otra víctima en la persona del Jefe de la Policía Local. Decía el gran Alfredo Di Stefano a uno de los porteros que le tocó en suerte entrenar, que se conformaba con que los balones que iban fuera los dejara salir. Es decir, se conformaba con que no parara uno sólo de los balones que fueran entre los tres palos pero, al menos, confiaba en que no metiera dentro las que iban fuera. Son numerosos los problemas que arrastra el gobierno local, ya los hemos puesto de manifiesto en numerosas ocasiones, gran parte de ellos de difícil solución – especialmente los económicos- por lo que no parece de recibo que se abran más frentes de conflicto innecesario en tanto en cuanto se solucionan los más perentorios. Es, además, la seguridad, una de las principales preocupaciones de los ciudadanos. Porque son ellos y sus familias quienes sufren su falta. Algunos creen que falsear las estadísticas, actuación recurrente entre los responsables, elimina su importancia, pero nada más lejos de la realidad. El boca a boca funciona y la sensación de inseguridad se transmite a la velocidad de la luz. Es por eso que éste es el momento más inoportuno para cambios. Inoportunidad que se vería agravada por una salida indigna de un profesional de los pies a la cabeza cuyo mayor defecto ha sido tratar de cumplir la Ley con todos los medios a su alcance. Claro que la Ley es para todos y poner orden en la propia casa ha sido su mayor carga en los últimos años.
A lo anteriormente señalado se suma la improvisación, el desconocimiento del trámite administrativo y la condición de funcionario de carrera del afectado, con plaza ganada por oposición. Sería curioso, si no fuera por que su condición de hombre de bien se lo impide, asistir a un desfile en el que coincidieran el sustituido y el posible sustituto. Uno con los máximos galardones policiales - el sustituido - el otro de paisano al no poder ostentar mayores galones que su antecesor. También se espera con interés el Decreto de Cese y el de Nombramiento, además de los argumentos jurídicos que sostengan ambos. Con razón o sin ella, al ser decisiones políticas que corresponden a quién gobierna, debe utilizarse la cabeza e imperar la generosidad. Una salida digna y un cargo acorde a los merecimientos y trayectoria es lo menos que alguien con su hoja de servicios puede esperar. Esperemos que termine imperando la cordura.
Continúan los nervios entre los salientes. El estudio de la documentación está arrojando, al parecer, más sorpresas de las esperadas. Son todos los que están pero empieza a barruntarse que no están todos los que son. De ahí, probablemente, el grosor de las minutas.
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