Publicado en Estepona Información
Tras un breve paréntesis, aquí estamos de nuevo para, una vez más, mostrar nuestra absoluta incomprensión ante el cúmulo de disparates a los que asistimos a diario. Continúan las obras del “muro de Berlín” esteponero. Auténtico atentado al mal gusto, peor diseño, fatal efecto visual y rayana en la prevaricación su continuidad. Recordarán ustedes que, a menudo, les he hablado de una especie de superioridad moral de la izquierda, amparada en una mala conciencia de la derecha postfranquista, que da como resultado que lo que es síntoma de especulación urbanística en la derecha resulte desarrollo sostenible para la izquierda. Como yo ni tengo mala conciencia postfranquista por edad, ni me la cojo con papel de fumar a la hora de escribir lo que pienso, quiero poner de manifiesto que lo que está haciendo este equipo de gobierno con los acuerdos plenarios es, lisa y llanamente, prevaricar. Y lo está haciendo con la colaboración inestimable de algún que otro funcionario por acción u omisión. Convendría recordar a alguno que el dinero tirado a partir de los acuerdos del mes pasado no es pólvora del rey. Es de todos y cada uno de los ciudadanos que trabajan y viven en esta ciudad. Y que “El pisito”, además de una película de Marco Ferreri, es lo primero que se embarga para garantizar responsabilidades económicas.
Ayer asistimos a un nuevo pleno en el que, nuevamente, se puso de manifiesto la enorme distancia que existe entre los miembros de la corporación. Y cuando digo enorme distancia me refiero no sólo a la que hay entre gobierno y oposición, si no la que separa a los propios componentes del Partido Socialista. Las caras son un fiel reflejo de los sentimientos y les aseguro que hay miradas que matan. De todo lo allí ocurrido me voy a quedar con un breve apunte. Se debatía el punto número trece, creo recordar, cuando tomó la palabra el Secretario de la corporación a instancias del alcalde. Hizo, por primera vez que yo recuerde, una brillante exposición en castellano. Hasta ahora solía hacerlas en sánscrito y, en su defecto, en arameo, que es la forma legal de hablar sin que a uno se le entienda. Truco este muy manido dada la peculiar costumbre de nuestros ediles de preguntar por preguntar y poner en un brete al funcionario en un aquí te pillo, aquí te mato, para tratar de ganar tiempo, cuando no la retirada de un punto por dudas jurídicas. Pero ayer no fue el caso. El “máximo responsable jurídico de la corporación”, lo entrecomillo para que a nadie se le escape, trató de poner orden y claridad en un dictamen jurídico que arrojaba dudas ya antes de leerse el punto del orden del día. Hasta tal punto las arrojaba que, desde el propio salón de plenos, se llamó al funcionario responsable de la delegación de urbanismo en materia jurídica para que terminara de aclarar el asunto. Y a fe que lo hicieron. Ambos. Yo, al menos, lo entendí claramente. Tampoco es que hubiera que ser una lumbrera, se trataba del viejo dicho castellano “lo que abunda no daña”, cuyo objeto era aclarar si tenemos o no que devolver 1,2 millones de euros. El secretario municipal explicaba que si se añadía una coletilla al acuerdo en la que se reflejara claramente que la empresa objeto del acuerdo renunciaba a la citada cantidad, en nada se perjudicaba el documento primitivo si no que, por el contrario, lo aclaraba definitivamente. ¿Parece evidente verdad? Pues no, mire usted. Hubo algún representante político que, incluso, pareció sentirse ofendido y precipitó la votación que traerá como consecuencia la permanente existencia de una espada de Damocles sobre las maltrechas finanzas municipales. No duden ustedes, conociendo el percal, que antes de que prescriban los plazos tendremos un contencioso sobre la interpretación del acuerdo. Al tiempo.
No me vayan a preguntar por mi opinión sobre las razones que motivaron la particular interpretación de alguno de los actores, si no es en presencia de mi abogado.
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