DISUÉLVANSE



Publicado en Estepona Información


La buena noticia de la semana llegó en el último momento. Fuera de control y casi en el coche escoba, los trabajadores de las empresas municipales han podido cobrar sus nóminas. Lo de menos es el cómo que, como pueden suponer, ha sido de forma poco ortodoxa. Lo ocurrido este mes es lo que da pie al conocido refrán popular: “dijo la sartén al cazo, apártate que me tiznas”. Porque este gobierno tiene la curiosa costumbre de poner en práctica todas y cada una de las artimañas pseudolegales que denunciaron con anterioridad. Volvamos de nuevo al refranero, “una cosa es predicar y otra muy diferente, dar trigo”. Tener a nuestro cargo una delegación de gasto, sin la mínima preocupación del origen y coste del dinero que se recibe, es muy cómodo. Ahora, con la perspectiva y el desgaste de un año de preocupaciones, sudores, ojeras y estrés acumulado, es cuando se entienden determinadas actuaciones. Y no me refiero a las ilícitas, si no a la gestión diaria y a caminar al borde del abismo sin permitirse el mínimo titubeo mientras te mueven la cuerda de uno y otro lado. Eso, alcalde, es lo que te ha hecho comentar en “petit comité” que lo mejor que podría pasar es la llegada de una gestora que resolviera los problemas. Por fin, ya te ha costado, te has dado cuenta que sólo la disolución del Ayuntamiento permitiría un trato excepcional a Estepona por parte de la Junta de Andalucía y el Gobierno Central. De la misma manera que ocurrió en la vecina Marbella pero sin demagogia. Por que lo que habéis venido haciendo hasta ahora ha sido, lisa y llanamente, demagogia. No se puede comparar una y otra situación cuando de Sevilla a nuestra ciudad hay, al menos, cinco municipios con nuestro mismo problema, si no peor. Y sólo la disolución, basada en los hechos presuntos acaecidos en el marco de la Astapa, hubiera justificado la intervención y que a estas horas estuviéramos en camino, como Marbella, de la estabilidad económica.

Pero la ambición es lo que tiene. Ya he manifestado en alguna otra ocasión la especial orla que envuelve a quienes ocupan tu, por ahora, despacho. Cómo los cambia, cómo los embriaga de poder y los hace perder el Norte. Y la sencillez, la tolerancia y la humildad. Ese microbio que hace que vean en su adversario a su enemigo. Que les impulsa a mentir compulsivamente y les impide reflexionar para evitar que la memoria les sea infiel. Porque para mentir, alcalde, hay que tener memoria. La inteligencia de los tontos, que decía mi madre.
Tú, esta semana, has ido, de mentira en mentira, en busca de la verdad. Tu verdad, que no era otra que pagar la nómina a costa de lo que fuera. Para ello te has llevado por delante a un funcionario por cumplir con su obligación, has mentido en rueda de prensa afirmando que dilataste su pago porque pensabas que habría fondos, cuando sabías perfectamente que eso no era así. Pusiste tus esperanzas en la Junta de Andalucía con el resultado previsto, lanzaste a tus sindicalistas de cámara contra Pizarro, mandaste a tus enviados a Málaga tratando de que el Patronato, al que vas deber en Diciembre 6 millones de euros, te sacara del apuro y, entre medida y medida fallida, mentiste en los medios de comunicación. Primero contra el funcionario, después contra tu propio partido, más tarde contra el PP y, en medio, contra este grupo informativo que te dejó con el culo al aire al publicar la providencia que dejaba a las claras la única y exclusiva razón del retraso en el pago a los funcionarios: tu nómina y la de tu equipo de gobierno.
Tienes toda la razón del mundo cuando te expresas en la intimidad. La única solución a este desaguisado - no entro hoy en el problema de los proveedores o en que los niños no se laven las manos por la gripe A si no por que las tienen manchadas de mierda por falta de papel higiénico en los colegios - es la disolución inmediata del Ayuntamiento. Y que vayáis todos al paro por ineficaces, incapaces e inútiles para la gestión. A nadie le va a preocupar que lleguemos a 8.525, ni esperar treinta minutos más de cola en el INEM.
Nunca pensé que, aunque sólo en un momento de debilidad, terminara echando de menos al ínclito.