No seré yo quien le ponga puertas al campo en relación al recurrente tema de la Universidad. Claro que tampoco esperen que confunda las obleas con ruedas de molino como parece que algunos, poco acostumbrados a pensar por si mismos, hicieron el miércoles pasado al salir de la reunión entre representantes municipales, técnicos y propietarios del suelo o sus legítimos representantes - legitimidad y representación obtenida en mejores tiempos - dicho sea de paso y sin intención de hurgar en las heridas.
Afirmar, como afirmó el representante popular, la bondad del acuerdo, del que por cierto nada se sabe, es un muestra más de la razón de las dudas, insinuaciones y, cada vez más, comentarios en voz alta de la pérdida del Norte político de los representantes del Partido popular de Estepona. Claro que, si nos atenemos a otros comentarios formulados con peor intención, casi mejor así. Volviendo al principio, si lo que he oído es cierto, a falta de la reunión de la próxima semana donde se pondrán las cartas boca arriba, las cuentas no me cuadran a priori. Y no me vale que me pongan sobre la mesa cifras que marean, hablan de 44 millones de euros, si lo que me avalan son los costes de urbanización cuya carga corresponde a la propiedad. Aquí de lo que se trata es de que se ponga negro sobre blanco lo que entregamos y lo que recibimos. Porque, no lo olviden, quién tiene la sartén por el mago es el Ayuntamiento que es quién aprueba o no los instrumentos de planeamiento necesarios para que a final de año los suelos no recuperen su condición de rústicos. A partir de ahí, todo es negociable. Bueno, todo no. La construcción del campus e instalaciones universitarias no tienen discusión posible. El resto, en función de la edificabilidad que se contemple, entre los mínimos y máximos acotados por el Plan del 94, a la buchaca con luz y taquígrafos. A precios de mercado y con consenso de los representantes públicos y la participación de los ciudadanos que, no lo olvidemos, deben ser los destinatarios últimos del legado de D. José Nadal.
A mí, que quieren que les diga, no me convencen nada las prisas. Hace ya casi tres años, en las previas de las elecciones municipales, nuestros próceres acudieron en tropel organizado a la capital a escuchar extasiados como se nos ponía por delante, otra vez, lo dicho, un bucle, la zanahoria universitaria que habría de mover el carro de los votantes. Y a fe que lo consiguieron. Se quedó el ínclito Antonio a las puertas de la mayoría absoluta. Desde entonces, hasta ahora, Astapa mediante, nada que rascar. Por eso, sin entrar en las teorías conspiratorias que circulan por la ciudad, que algún día entraremos y se sorprenderán, no me gustan ni mucho ni poco las urgencias que a algunos les ha entrado para firmar con toda premura el convenio universitario. Mucho menos cuando en asunto tan importante se pone el carro delante de los bueyes. Así, al menos, es como yo interpreto el desembarco de altos cargos socialistas a presentar un acuerdo del que las fuerzas de la oposición, adscrita y no adscrita, y el resto de los ciudadanos, desconocemos prácticamente todo. A uno no termina de encajarle el apretón, como no terminan de encajarle tantas y tantas cosas que rodean al gobierno municipal, con que encaran este asunto más allá de ofrecer una cortina de humo en momentos difíciles para el gobierno en su conjunto, especialmente su alcalde, o el inicio adelantado de la carrera hacia el 2011. Año electoral que ya esta ahí, aunque ustedes lo vean lejos. En menos de los que tarda en persignarse un cura loco, ha pasado el verano y estamos en plena batalla sin que ni unos ni otros tengan claro lo que van a ofrecer a sus votantes. Verán como, a río revuelto, ganancia de pecadores. Si es que así puede considerarse a quienes parecen desaparecidos desde que el maestro titiritero no mueve los hilos y se dedica a sus memorias. Y como pecadores que son, en él pecado llevaran su penitencia o, si los votos lo deciden, la nuestra. No se si me explico.
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