Comienza el año como terminó el anterior, sin un duro y dando palos de ciego para para poder pagar las nóminas. La cosa sería grave a más no poder de no ser porque, en aplicación de la Ley de Murphy, tiene toda la pinta de ir a peor. Ha pasado ya un año completo para analizar un gobierno y, la verdad, se me han quitado las ganas de analizarlo en conjunto tras analizarlo semana a semana en esta página. Por si acaso y para que no queden dudas, me adhiero al editorial de la pasada semana en el que se ponía de manifiesto, una vez más, que, a pesar de lo que se dice y escribe, mejor caparse uno mismo a que lo hagan los demás. La rueda de prensa del alcalde es para enmarcar. Y, lo peor, al menos así me lo parece, es que se lo cree. Valer, valen para poco, pero algo debe tener el coro de fariseos que le rodea para convencerlo de lo contrario a lo que perciben los ciudadanos. No esperen que hable de la cabalgata de Reyes, mejor correr un tupido velo y que los niños mantengan la ilusión. Estuvieron a punto de acabar con ella al ver el grupo de desarrapaos que, supuestamente, debían entrar en su casa esa noche.
A los que no les llegaron los Reyes ha sido a los trabajadores municipales. Alguno, con escaso conocimiento, debió pensar que era llegar el día primero de Enero y todo solucionado. No saben que los órganos supramunicipales necesitan tramitaciones administrativas, los bancos renovar las cuentas de crédito, el Patronato aprobar en pleno los anticipos y, antes que otra cosa, tener claro a que atenerse con respecto a los ingresos a percibir. Claro que, a quién se salta un reparo suspensivo de un habilitado nacional con el amparo de un informe de un asesor jurídico nombrado a dedo, con una opinión respetable pero claramente condicionada, poco le importa el medio, sólo el fin. Y el único fin de este gobierno, ya lo hemos comentado, es el pago de la nómina.
Tampoco les llegaron sus Majestades a los empresarios esteponeros que han suministrado bienes o servicios al consistorio. Aquí la situación se va haciendo más compleja. Quienes no han cerrado y engrosan las filas del paro se mantienen a duras penas y el impago de las deudas por parte del Ayuntamiento puede ser la puntilla. Si nos atenemos a la trayectoria reciente, no existe ningún tipo de plan de viabilidad económica que haga abrigar la más mínima esperanza. Si a las perspectivas negativas le sumamos que son ya numerosos los empresarios que han presentado contenciosos para el cobro de sus deudas, parece claro que a pesar de los retrasos judiciales las sentencias favorables irán minando las famélicas arcas municipales. No olvidemos que las sentencias judiciales son gasto prioritario y su pago se antepone a las transferencias del capítulo cuatro que permiten a las empresas municipales el pago de la nómina. Algunas ya se han incumplido y sus consecuencias son imprevisibles desde el punto de vista judicial. La ignorancia, madre del atrevimiento, se muestra de forma clara en estas actitudes, cercanas a quienes se creen cerca de la iluminación y levitan en la ausencia de criterio.
Mientras en los bancos del gobierno se navega a lomos del temporal, en la oposición adscrita se cantan alegres canciones juveniles, se visten hábitos de color naranja y se tocan las campanillas. La felicidad mileurista invade las filas populares y la esperanza de que el gobierno caerá como la fruta madura es la razón última de su existencia. Evidentemente es mejor o, al menos, más cómodo, que trabajar para ganarse la confianza de los ciudadanos. Estos, sabedores de mi pasado, me preguntan por el futuro. Mi respuesta no puede ser otra que ratificar su desencanto. Yo tampoco entiendo esa forma de hacer política, máxime desde la oposición.
En algo si coincidimos. Yo también defiendo la fiesta nacional. Eso sí, en otro ámbito, en otro momento económico menos delicado y, desde luego, no desaprovechando el único espacio mediático no controlado por el gobierno municipal que tienen a su alcance los populares para hacer política local. Doctores tienen.
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