Hay que ver lo que son las cosas. Decía un conocido humorista, creo que Faemino, a quién uno acudía a aplaudir al viejo Galileo: "Y es que, cuando Dios aprieta, ahoga pero bien". Y no le faltaba razón. Cuánto peor van las cosas para los ciudadanos siempre ocurre algo que, lejos de solucionar lo más mínimo, termina rematando la faena. Yo, inocente de mí, me había hecho a la idea de que a esto le quedaban dos telediarios, al menos era, aproximadamente, lo que miles de esteponeros estaban en condiciones de soportar. Bien por la presión de los ciudadanos, bien por la de su propio partido, bien por las más cercanas familiares, terminaría cayendo en la cuenta de que su incapacidad para gestionar y generar esperanza entre los ciudadanos hacían necesario tirar la toalla y dar una oportunidad a la regeneración política por la vía de la disolución y nueva convocatoria de elecciones. Pero miren ustedes por donde, Astapa, otra vez Astapa, ha vuelto a suponer un balón de oxígeno para él y una cámara de gas para el resto de los ciudadanos. No porque no queramos justicia, que sí, eso sí, si no porque las nuevas revelaciones le dan una espita de esperanza y lo alejan de la opinión publicada, que no de la pública, al menos por el momento.
Claro que no del todo. Porque este pequeño espacio pondrá de manifiesto las nuevas demostraciones de sectarismo que su equipo de fieles viene perpetrando día si, día también, Esta semana dos ejemplos. Ambos en urbanismo. Las cosas de Madrid. Un expediente por no esperar a recoger el parte de vacaciones y una denegación y ruptura de un viaje organizado de antemano por el simple hecho de renunciar a una productividad no merecida, que hubiera servido de justificación a un trinque generalizado. La denuncia, publicada únicamente en este medio, ha servido al menos para que fuera retirada de la nómina de este mes. Eso sí, los cercanos, el círculo de confianza, a cuatro mil por barba. Vaya a ser que se agote el presupuesto y nos quedemos a verlas venir.
Y las de incapacidad. Por ejemplo la demostrada para salvar el culo a las sociedades que se ven irremediablemente empujadas a su disolución y liquidación dejando por el camino un reguero de daños en forma de puestos de trabajo perdidos. Puestos de trabajo que quedaran en la conciencia de todos aquellos, los sindicatos en cabeza, que se empeñaron en que los árboles no les dejaran ver el bosque y que en lugar de aceptar una solución que los satisficiera a medias, se empeñaron en apuntar a lo más alto previa colocación, como no, de sus hijos y familiares directos. Ahora, entre ponte bien y estate quieto, tratan de colar lo que pueden a través de las bolsas de empleo y cuando ya no puedan más darán la estocada final con la inestimable colaboración de los que se dicen representantes de los trabajadores y únicamente tratan de representarse a si mismos y mantener lo suyo apostados tras la pancarta sindical. Entre todos la mataron y ella sóla se murió. La tans traída y llevada RPT, aquella que un recién elegido concejal de personal anunció allá por los finales de 2.003, y al que pareció asustarle el resultado y las consecuencias políticas de su aplicación. El mismo que, curiosidades de la vida política, habrá de comerse las consecuencias políticas de no haberla aplicado en su momento.
De lo de la semana que quieren que les diga. Que estos chicos tiran con bala trazadora, le fijan el blanco al muñeco y, digan lo que digan, para dar palos de ciego apuntan de cojones. Y, encima, dan en el blanco, bueno, o en el negro, que no se yo muy bien de colores con tanto lío que nos traemos los unos y los otros. Poco tiempo he dedicado a la lectura por razones laborales pero, en lineas generales, no he leído nada sorprendente ni novedoso. Probablemente porque tampoco esperaba nada que pudiera sorprenderme. Es lo bueno de las hemerotecas, que uno echa la vista atrás en el tiempo, reabre viejos archivos de word ya publicados tras este viejo burladero y se encuentra una tras otra páginas escritas que anunciaban estos lodos tras algunos de aquellos polvos.
Nunca mejor dicho, por cierto.
P.D. un lector de los sagaces y poseedor de la "inteligencia de los tontos" igual que yo, o sea la memoria, me rectifica la autoría de la frase. Efectivamente, "Cuando Dios aprieta, ahoga pero bien" es de Guillermo Fresser, miembro de Gomaespuma, y es el título de su libro sobre la vida de Cándida, la más genial de las comentaristas de cine.
Así pues, "Qué va, qué va, yo leo a Kierkergard" sigue siendo el guiño de referencia de Faemino.
Claro que no del todo. Porque este pequeño espacio pondrá de manifiesto las nuevas demostraciones de sectarismo que su equipo de fieles viene perpetrando día si, día también, Esta semana dos ejemplos. Ambos en urbanismo. Las cosas de Madrid. Un expediente por no esperar a recoger el parte de vacaciones y una denegación y ruptura de un viaje organizado de antemano por el simple hecho de renunciar a una productividad no merecida, que hubiera servido de justificación a un trinque generalizado. La denuncia, publicada únicamente en este medio, ha servido al menos para que fuera retirada de la nómina de este mes. Eso sí, los cercanos, el círculo de confianza, a cuatro mil por barba. Vaya a ser que se agote el presupuesto y nos quedemos a verlas venir.
Y las de incapacidad. Por ejemplo la demostrada para salvar el culo a las sociedades que se ven irremediablemente empujadas a su disolución y liquidación dejando por el camino un reguero de daños en forma de puestos de trabajo perdidos. Puestos de trabajo que quedaran en la conciencia de todos aquellos, los sindicatos en cabeza, que se empeñaron en que los árboles no les dejaran ver el bosque y que en lugar de aceptar una solución que los satisficiera a medias, se empeñaron en apuntar a lo más alto previa colocación, como no, de sus hijos y familiares directos. Ahora, entre ponte bien y estate quieto, tratan de colar lo que pueden a través de las bolsas de empleo y cuando ya no puedan más darán la estocada final con la inestimable colaboración de los que se dicen representantes de los trabajadores y únicamente tratan de representarse a si mismos y mantener lo suyo apostados tras la pancarta sindical. Entre todos la mataron y ella sóla se murió. La tans traída y llevada RPT, aquella que un recién elegido concejal de personal anunció allá por los finales de 2.003, y al que pareció asustarle el resultado y las consecuencias políticas de su aplicación. El mismo que, curiosidades de la vida política, habrá de comerse las consecuencias políticas de no haberla aplicado en su momento.
De lo de la semana que quieren que les diga. Que estos chicos tiran con bala trazadora, le fijan el blanco al muñeco y, digan lo que digan, para dar palos de ciego apuntan de cojones. Y, encima, dan en el blanco, bueno, o en el negro, que no se yo muy bien de colores con tanto lío que nos traemos los unos y los otros. Poco tiempo he dedicado a la lectura por razones laborales pero, en lineas generales, no he leído nada sorprendente ni novedoso. Probablemente porque tampoco esperaba nada que pudiera sorprenderme. Es lo bueno de las hemerotecas, que uno echa la vista atrás en el tiempo, reabre viejos archivos de word ya publicados tras este viejo burladero y se encuentra una tras otra páginas escritas que anunciaban estos lodos tras algunos de aquellos polvos.
Nunca mejor dicho, por cierto.
P.D. un lector de los sagaces y poseedor de la "inteligencia de los tontos" igual que yo, o sea la memoria, me rectifica la autoría de la frase. Efectivamente, "Cuando Dios aprieta, ahoga pero bien" es de Guillermo Fresser, miembro de Gomaespuma, y es el título de su libro sobre la vida de Cándida, la más genial de las comentaristas de cine.
Así pues, "Qué va, qué va, yo leo a Kierkergard" sigue siendo el guiño de referencia de Faemino.
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