Hay momentos para los que uno no estará preparado nunca. La muerte, sin duda, es uno de ellos. Es probable que tampoco sea yo la persona más indicada para escribir estas líneas, seguramente habrá quienes más cercanos y más capaces, lo harían mejor. Sin embargo soy, con toda probabilidad, la más cercana a que vean la luz a escasos minutos del cierre de este peiódico. Por eso, desde aquí, quiero rendir homenaje a un amigo – con mayúsculas – que nos ha dejado. Y quiero hacerlo por muchos motivos. Por cariño, por respeto y por cercanía. Juanjo Zapico fue un ejemplo para mí. Fue quién me animó a escribir mis primeras líneas, quién soportó mis primeros errores, los segundos y los terceros. Nunca fue un optimista, en absoluto, pero tampoco impidió iniciativa alguna aunque pudiera a primera vista cuestionar su autoridad. Carecía de ambición, probablemente por eso no alcanzó en política el lugar que por capacitación e inteligencia hubiera merecido y tampoco quiso aprovecharse de la oportunidad que la mediocridad de otros pudiera ofrecerle. Supo ceder protagonismo y fue generoso en el reconocimiento, tan difícil, de los méritos ajenos. Y siempre fue leal. Y si por esa lealtad hubo de causar algún daño, renunció al beneficio personal que pudiera derivársele.
Escribo, a escasas horas de que el mazazo nos haya dejado sobrecogidos, no sólo en mi nombre, sino, estoy convencido, en el de los corazones de las numerosas personas que, incrédulas, han llamado a mi teléfono. Y de aquellas a las que yo, a sabiendas de que lo querían, les he amargado el día. No conozco a ningún enemigo de Juanjo y, si lo hubiera, con toda seguridad no merecería la pena conocerlo. Juanjo fue, es, desde donde esté, un referente en la comunidad esteponera. Por lo que hizo y por lo que no pudo, por prudencia, o no le dejaron, por envidía, hacer. Lo recuerdo, hoy especialmente, con su tono dubitativo: no.., ci…, ya… para evitar tomar una decisión que pudiera dejar a alguien insatisfecho, causar algún daño o generar alguna crispación. Siempre buscó el consenso y rehuyó el enfrentamiento en un buenismo a veces excesivo. Pero él era así y quienes lo quisimos, lo hicimos tal como era. Hace escasos días iniciábamos la ronda de conversaciones, larguísimas y dilatadas, para establecer la fecha de una de nuestras reuniones alrededor de una buena mesa y mejor conversación. Había abandonado la política pero le gustaba, desde el tendido 7, estar al día de todas y cada una de las incidencias que iban acaeciendo en la ciudad. Cada día más despegado, más centrado en su familia y sus mejores y más fieles amigos a los que paseaba a diario y que le servían de disculpa para abandonar a media tarde, cuando el escocés, en su caso un buen ron, comenzaba a hacer efecto. Nos has dejado y nos has dejado jodidos. Por que no lo esperábamos y porque no es justo. Es una verdadera putada y así lo siento en mi corazón.
Juanjo fue un buen amigo para todos nosotros, un mejor padre para Sonsoles y un compañero ejemplar para Lille. Vaya desde aquí nuestro cariño y respeto hacia ellas y tu memoria.
0 comentarios:
Publicar un comentario