Las manifestaciones vertidas por el ex presidente Aznar en el mitin celebrado en el Palacio de Congresos de Estepona el pasado lunes no deben dejar lugar a la duda: la comparación del candidato local con el que ya arrastra la condición de ex presidente a un año de dejar de serlo, va a ser un mensaje recurrente por parte de los dirigentes populares hasta el próximo mes de marzo de 2012 cuando se celebren las próximas elecciones generales en todos los municipios españoles. Ocurre, sin embargo, que en nuestra ciudad se hace verdad absoluta, más allá de una anécdota electoralista. Si comparamos su evolución con la de Valadez, ambos llegaron al poder tras una situación convulsa. El primero, tras los atentados del 11-M y la desigual, en cuanto a resultados, gestión de la crisis por parte de uno y otro partido. El otro, Valadez, tras los hechos ocurridos en nuestra ciudad en la Operación Astapa y su gestión de una crisis en la que no permitió que pasaran por encima de su lugar en la lista los favoritos de la provincial socialista sabedores de lo que supone una ciudad ya dividida para siempre por los rencores tribales.
Las cosas, como ustedes ya intuyen tras la comparación, no pudieron ir peor para nuestro país y ciudad, respectivamente. De similar buenismo aparente, carentes de fondo alguno político y, aunque se molesten mis lectores del lado oscuro, de idéntica falta de formación y, por consiguiente, con repercusión inmediata en la economía de los ciudadanos gobernados por ellos. Otro factor de coincidencia es su permanente relación con la falta de veracidad. Hay que bucear muy profundamente en las hemerotecas para encontrar alguna declaración que contenga sustancia, quiero decir que afecte a la gestión, especialmente a todo lo relacionado con la materia económica, en la que uno y otro hayan contado la verdad. Tengo que decir en este sentido, en aras de la justicia, que al ya ex presidente en funciones cabe reconocerle el hecho de que maneja asuntos de muy alto nivel de complejidad, intereses e interesados muy poderosos y que, pese a las buenas intenciones de Jordi Sevilla, no es sencillo aprender macroeconomía en una tarde. Zapatero, en definitiva, ha mentido y ha mentido mucho. En unos casos obligado por las circunstancias y en la mayor parte de ellos sin saber siquiera lo que decía ni a que intereses obedecía diciéndolo. Es decir, ha mentido sin ser consciente de que le crecía la nariz.
Valadez, por el contrario, si era consciente de lo que hacía. Llegó al poder cabalgando sobre una operación en la que se entrelazan muchas verdades que no denunció mientras sucedían, de eso se ocuparon otros mientras él escurría el bulto escapando de los plenos, con una ingente cantidad de mentiras y de la que se van a escapar los grandes negocios y negociantes. Los mismos que, ya lo he manifestado en más de una ocasión, fueron quienes la desencadenaron. Y continuó, a lo largo de los casi tres años de desgobierno, instalado en una mentira permanente. Mentira en su actitud en los plenos en los que se actúa con un absoluto desprecio a la legalidad. Mentira en materia económica, con una deuda de más de 150 millones de euros creciendo en progresión geométrica mientras se aprueba un presupuesto de Lilliput para un gigante llamado Estepona y mentira en materia urbanística donde, de no haberse impedido las últimas intentonas, se hubiera quebrado definitivamente la esperanza de futuro de la ciudad.
Valadez, por el contrario, si era consciente de lo que hacía. Llegó al poder cabalgando sobre una operación en la que se entrelazan muchas verdades que no denunció mientras sucedían, de eso se ocuparon otros mientras él escurría el bulto escapando de los plenos, con una ingente cantidad de mentiras y de la que se van a escapar los grandes negocios y negociantes. Los mismos que, ya lo he manifestado en más de una ocasión, fueron quienes la desencadenaron. Y continuó, a lo largo de los casi tres años de desgobierno, instalado en una mentira permanente. Mentira en su actitud en los plenos en los que se actúa con un absoluto desprecio a la legalidad. Mentira en materia económica, con una deuda de más de 150 millones de euros creciendo en progresión geométrica mientras se aprueba un presupuesto de Lilliput para un gigante llamado Estepona y mentira en materia urbanística donde, de no haberse impedido las últimas intentonas, se hubiera quebrado definitivamente la esperanza de futuro de la ciudad.
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