Adiós, pero poco



Esta será, con toda probabilidad, mi última columna en esta ventana. Que no quiere decir, borren la sonrisa mis enemigos, que sea la última en este periódico. Será otro formato, bajo otro prisma y seguramente con distintos contenidos. Las razones son obvias. Desde hace siete años he contado en estos casi cuatro mil caracteres mi visión de la realidad política de esta ciudad. Lo he hecho desde un sentido crítico casi siempre, más duro en unas ocasiones que otras y, en mi opinión, desde una óptica de veracidad basada en contar con una información privilegiada. Tengo claro, me lo han puesto de manifiesto en numerosas ocasiones, que me he ganado un buen número de enemigos, algunos políticos, otros también personales y como me comentaba ayer una antigua amiga, sin dejar a nadie indiferente ni pasar por la vida tibiamente. Te quieren o te odian, me decía y eso no es tan sencillo de lograr. Pero ya es hora, las circunstancias así lo requieren, que dedique mi tiempo y mi pluma a otros menesteres. He puesto mi inteligencia, escasa y mi memoria, elevada, al servicio de un objetivo político: desterrar del gobierno de mi ciudad a los peores gobernantes que nadie pudiera imaginarse. Si alguno de los granos de la arena con la que se tomarán sus vacaciones me corresponde, solo uno, me daré por satisfecho.
Por lo demás se constituyó la nueva Corporación en un acto modélico solo ensombrecido por un grupo que dice no sentirse representado en las instituciones. La pregunta que cabe hacerse es a quién representaban ellos. Que pintaban enturbiando una fiesta en la que se constituía un Ayuntamiento democrático presidido por un alcalde que ha concitado la mayoría absoluta más holgada de la etapa democrática en Estepona. Nada, absolutamente nada. Pero tenían que hacerse notar. Y, dicho de las forma más prudente posible, mearon fuera de tiesto. Y alguno, además, de forma más evidente y menos justificada por el componente político que le acompaña, allá cada cual con su criterio. García Urbano actuó de la forma más prudente que casi siempre es la más inteligente: demoró su salida hasta que las tripas comenzaron a sonarle a quienes le esperaban y éstos, como no podía ser de otra manera, entre la manduca y la protesta, eligieron la manduca. Cierto es que hacía un sol de justicia y también ayudaba la sed. En definitiva una mínima nube de mala educación – al final solo hubo eso – que no empañó en absoluto un acto solemne y emotivo.
Y comenzó la semana con ruido de salvas que alguno pretendió fueran fuegos artificiales. Pero los fuegos artificiales, los de verdad, se producirán en esta mañana de sábado cuando los vecinos de Estepona, convocados por su alcalde, den un ejemplo de civismo y de confianza en su futuro. Ojalá que cientos, miles si fuera posible, de vecinos se involucren en una convocatoria que puede volver a colocar el nombre de Estepona en los informativos nacionales. Será un primer paso hacia la recuperación moral, previo paso ineludible hacia la económica y por ende a la de regeneración laboral. Y por no decir que paso de puntillas, en cuanto a la pólvora gastada en salvas a uno todavía le queda la capacidad de elegir con quién y cuando discute. Y algunos no tienen talla física, ni mucho menos moral para declararles la mínima hostilidad. Así es que, como los amigos los elige uno y los enemigos son los que eligen a uno, bienvenidos sean de nuevo y sigan sin duda la linde que ahí está el camino de los de su condición. Ya saben, la linde se acaba...