Voy a pisar un charco. Tengo que decir que nunca he sido muy amigo de las sotanas. He besado pocos o ningún anillo relacionado con el asunto y entre los pocos recuerdos que me quedan de mi relación con la curia el último es el del párroco de la iglesia de mi barrio diciéndome aquello de "a todo cerdo le llega su San Martín" cuando le pedí el permiso que se requería para casarme fuera de ella. No recuerdo muy bien la razón pero creo que era algo relacionado con algunas amigas colaboradoras de la rama juvenil de la parroquia de las que me acusaban haber sido mal ejemplo y causa de su desviación de la fe o, al menos, del incumplimiento de algunos de los preceptos de la misma. Ya le dije al susodicho: Padre, pecar, en ocasiones, no es tan malo. Al menos, la penitencia es llevadera por el recuerdo del pecado.
Tampoco he tenido nada que ver con las bandas de cornetas y tambores y sin embargo respeto su derecho a participar de las procesiones de Semana Santa e, incluso, el de ensayar entre semana las vísperas siempre que lo hagan lejos de mi zona de influencia. Es por esto que me creo en la obligación moral de poner de manifiesto mi perplejidad y asombro por las llamadas "manifestaciones laicas" que se han producido en Madrid con la visita del Papa en las Jornadas de la Juventud. No he visto a las bandas de payasos, jornaleros de la cutrez, que gritaban desaforadas a los oídos de una joven que rezaba con un crucifijo en la mano, preocuparse por el gasto militar del Gobierno de España o por la constatación de que la legalización de Bildu sitúa de nuevo a ETA en las instituciones. Será porque, a lo mejor, estas protestas tendrían mayor riesgo que el de ser represaliado por algún "tonton macoute" con uniforme policial.
Me ha repugnado la visión del ataque a dos monjas por parte de los reventadores, por el único hecho de vestir un hábito, de la misma forma que me ha admirado la valentía de la joven que, con riesgo de su integridad, la protegía y sacaba de la zona de peligro. Me revientan el sectarismo y la mala educación y si los contrarios a la visita del Papa creían que iban a conseguir algo con sus lamentables, incívicas y maleducadas protestas, la respuesta la tuvieron con la presencia de más de un millón y medio de personas en la concentración. Yo nunca hubiera estado allí, no se me ha perdido nada en la celebración, pero hubiera puesto lo que hubiera estado de mi mano para que quienes vinieron de todas las partes del mundo a tomar parte en ella lo hicieran en un país que garantizara su libertad y la garantía de sus derechos individuales en lugar de en manos de un gobierno cobarde que trata de tapar sus vergüenzas con una manta que siempre les deja los pies o la cabeza al descubierto.
Algunos pretendían que los movimientos del 15-M y los indignados recordaran el Mayo del 68. Aquel en el que, bajo los adoquines, se encontraba la arena de la playa. Pero no, que va, ni de lejos. A lo más, un mínimo porcentaje de jóvenes románticos, con ganas de cambiar el mundo, dirigidos con un mando a distancia por políticos sin escrúpulos que se apoyan en grupos antisistemas que no quieren cambiar nada, ni siquiera destruirlo. Les va mejor así, es su caldo ideal de cultivo. ¿ Qué harían si cambiara? ¿ ponerse a trabajar?
Mejor que escuchen a Serrat poniendo voz a Miguel Hernández.
Mejor que escuchen a Serrat poniendo voz a Miguel Hernández.
0 comentarios:
Publicar un comentario