El primer minuto en Radio Estepona
Hoy quiero hablar de algo con lo que convivimos, que forma parte de nuestra vida cotidiana y que, cuando se escapa a nuestro entendimiento, nos empeñamos en dejarlo de lado, como si nuestra conciencia se removiera cada vez que vuelve a ser noticia, como si fuéramos cómplices de una sociedad injusta y, al mismo tiempo, como si, en nuestra condición de padres, intentáramos pasar una página que no alcanzaríamos a comprender si se abriera ante nosotros.
Ayer ha comenzado el juicio en Sevilla contra los presuntos, maldita palabra, asesinos de Marta del Castillo. Unos renglones torcidos de la naturaleza que, según todos los indicios, han pactado el silencio sobre el lugar donde no descansa sino todo lo contrario, el cuerpo y la memoria de la joven sevillana, para que, desaparecido el cuerpo, desaparecido el delito. No quiero ni imaginar los sentimientos de unos padres dispuestos a negociar la pena para los asesinos de su hija a cambio de que les indiquen el lugar donde se encuentra su cuerpo para, al menos, poder llorarla con la dignidad que merece.
No quiero ni imaginar la miseria moral y la podredumbre que puedan albergar las entrañas de los asesinos. Tampoco quiero ponerme en el lugar de unos padres que ya, a fecha de hoy, pueden cruzarse con uno de ellos, el menor de edad, que circula libremente con tan solo una orden de alejamiento de cien kilómetros. En este estudio nos encontramos tres padres de familia, más allá de las ondas serán cientos, miles, los que nos estén escuchando. Algo hay que hacer para que estas injusticias no se repitan, algo han de hacer los políticos para, sin dejar de garantizar el derecho a la justicia, estos crímenes no vuelvan a quedar impunes.
Me van a permitir hablar, no solo en mi nombre, sino en el de toda la ciudad de Estepona, para trasladarle a los padres, hermanos y familiares de Marta la solidaridad, respeto y cariño de sus vecinos.
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