El primer minuto en Radio Estepona
Ayer, mientras esperaba en este mismo estudio la lectura de mi reflexión diaria, escuchaba la lectura de las portadas de los periódicos nacionales. Cuando le llegó el turno a El Mundo descubrí porqué ésta es más que una profesión, una vocación. Titulaba el diario de Pedro Jota “El Festival de San Sebastián” refiriéndose como es obvio no al de las alfombras rojas del María Cristina sino al que estaban dando en la preciosa ciudad los llamados mediadores internacionales. Unos mediadores, hombres y mujeres de reconocido prestigio e importancia en otras épocas que se suman a una historia que dura ya sesenta años como unas bolas de árbol de Navidad antiguas escondidas en un armario trastero. Dan empaque, pero no casan con lo actual y se encuentran fuera de lugar y, lo que es peor, aportan muy poco a un resultado positivo.
La conferencia, ya lo sabrán a estas horas, ha sido un rotundo fracaso. Hasta el mismo Rubalcaba que ponía gran parte de sus esperanzas en ella de cara a un posible empujón electoral, muestra su decepción con el resultado. Una conferencia celebrada con la tutela de Batasuna no puede ser una conferencia de paz. No, al menos, mientras no se respete la memoria de las más de mil víctimas que han quedado en el camino. No, mientras no se reconozcan los daños efectuados, se pida perdón a las familias, se entregue las armas y se haga una clara distinción entre vencedores y vencidos.
Todos y cada uno de nosotros deseamos la paz. Todos y cada uno de nosotros queremos circular libremente en libertad por todos los rincones de nuestro país, pero no podemos situar en el mismo prisma a los asesinos y sus víctimas. El llamamiento de los mediadores internacionales a una mera "declaración pública de cese definitivo de la actividad armada", vinculada a "un diálogo con los gobiernos de España y Francia para tratar exclusivamente las consecuencias del conflicto", está muy lejos del anuncio de disolución unilateral e incondicional de ETA y abandono de las armas.
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