EL VALOR DE UNA IMAGEN





El primer minuto en Radio Estepona

Ayer, cincuenta años después, la banda terrorista ETA anunció su abandono definitivo de las armas. Una noticia excelente, que duda cabe, pero que nos deja fríos a muchos que llevamos años asistiendo a su macabra existencia y que tenemos la suficiente memoria y respeto hacia las víctimas y sus familiares para no estar dispuestos a aceptar que la cosa acabe cuando los asesinos quieran, de la forma que quieran y con las concesiones gubernamentales que, no solo quieran, sino exijan a cambio de la paz. Como yo aquí hablo en mi nombre y solo yo soy responsable de lo que digo, tengo que poner de manifiesto mi repulsa hacia la puesta en escena elegida por los representantes de los asesinos. Tres individuos escondidos tras tres capuchas blancas sobre fondo negro, al menos para mi, son lo más lejano a una declaración de paz. Una declaración que no es sino una exigencia de amnistía encubierta para sus setecientos presos, autodeterminación y diálogo entre los estados francés y español para facilitar sus objetivos.
Qué quieren que les diga. A mí, personalmente, me parece tan solo una huida hacia adelante para tratar de impedir la clara victoria anunciada del Partido Popular y una más que probable mayoría absoluta. Algo que, con toda probabilidad, acabaría con la banda por la vía policial y judicial, es decir, por la única democráticamente entendible para una banda terrorista responsable de más de mil asesinatos. Ya sé que pueden parecer duras estas palabras en un momento en que muchos lanzan las campanas al vuelo y que la botella es sencilla de ver medio llena. Pero yo sigo viéndola medio vacía. No me creo a los asesinos, no me creo a los responsables políticos de la llamada izquierda abertzale y no me creo a los que se creen todo esto por pura estrategia electoral. Ya ven, tan sencillo como que yo, en materia de terrorismo etarra, no dejo de ver la botella medio vacía o vacía del todo.
Quizá porque, como poseedor de la inteligencia de los tontos, la memoria, no olvido a los niños del cuartel de Vic ni a las víctimas de Hipercor o a los niños del cuartel de Zaragoza o los cientos de militares, guardia civiles y policías, asesinados vilmente por quienes hoy, unilateralmente, han decidido incorporarse al sistema democrático y aprovecharse de su debilidad. Ni siquiera olvido a Dolores Zataraín “Yoyes”, asesinada impunemente delante de su hijo de tres años por ser la primera arrepentida y pretender escapar de la tiranía del terror. Por lo que a mi respecta la desaparición de ETA debe ir ligada indisolublemente a la disolución de la banda, la entrega de las armas y la rendición incondicional de sus componentes. Después, la justicia deberá tener la última palabra.