El primer minuto en Radio Estepona
Al próximo presidente del gobierno algunos se la quieren dar con queso antes aún de que llegue siquiera a serlo formalmente. Lo comentaba este fin de semana un conocido periodista, Federico Quevedo, que titulaba su columna "la izquierda quiere que Rajoy se haga trampas en el solitario". En resumen, venía a decir que desde distintos medios cercanos al PSOE, uno de forma especial, se viene insistiendo en que el líder popular ponga de manifiesto las medidas que tomará su gobierno nada más tomar posesión y, además, desvele de inmediato los nombres de los ministros que formarán parte de su gobierno. Aparentemente, a primera vista, pudieran ser ambas peticiones razonables. Estamos en una situación de grave crisis, los mercados no dan tregua y unas manifestaciones claras de Rajoy pudieran favorecer nuestra credibilidad.
Pero, a poco que nos detengamos, nos daremos cuenta de la trampa que esconden estas peticiones. Una trampa bien dirigida, pero trampa al fin y al cabo. Debemos partir de la base de que Rajoy no es aún presidente de Gobierno. Ni siquiera es aún electo a pesar de contar con mayoría absoluta amplia. Rajoy, es sólo el cabeza de la lista más votada en un sistema representativo, es decir, en el que los ciudadanos, cuando acuden a votar, votan una lista de diputados y son estos, una vez constituidas las cámaras, quienes eligen de entre todos ellos al próximo presidente. Eso significa que, a fecha de hoy, el presidente del Gobierno se llama José Luis Rodríguez Zapatero, el mismo que mantiene la firma en el BOE donde se publican las decisiones que toma el Consejo de Ministros. Así es que, de la mismo forma que firmó el indulto del banquero afín a sus colores en un gesto cuanto menos cuestionable éticamente, tiene la responsabilidad y la obligación de gobernar nuestro país hasta la toma de posesión de Rajoy. Hace bien éste en no dejarse tentar por la manipulación de la prensa afín a su adversario. No debe caer en la trampa. La única intención de la izquierda es no dar tregua al PP, no ya los cien días de rigor, sino tan siquiera los treinta anteriores a la formación de su gobierno.
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