Parece increíble como, en un suspiro, se ha roto un montaje perfectamente organizado y como los supervivientes, aunque con graves heridas, tratan de tomar posiciones. Me explico. Dejo de lado la política y me refiero al entramado mediático que organizó a su alrededor el partido socialista tras el triunfo electoral de Zapatero en 2004. Tras la cortina de los brotes verdes que no llegaron, la gran idea que PRISA materializó en Localía, Digital + y Cuatro, se fue diluyendo por la falta de confianza que el presidente tenía en el grupo todavía presidido por Polanco antes que su grave enfermedad lo apartara del puente de mando. Cebrian, de quién Zapatero sospechaba con razón que no era uno de los suyos, ha puesto una vela a Dios y otra al diablo y de momento mantiene una postura ambigua en la que, como decía el gran Pío Cabanillas, tratará de ganar aunque aún no sabe con quién.
La gran apuesta de Zapatero, la Sexta, comienza también a dar sus últimas bocanadas tras agotársele el chollo de la firma en el BOE. Los derechos de retransmisión de la Fórmula 1 han sido la puntilla de unas cuentas más rojas que el curriculum de la Pasionaria. Los millones de seguidores de Fernando Alonso ven con procuración el futuro de un capricho que cuesta cincuenta millones de euros anuales imposibles de amortizar. Lo curioso de la historia es que la empresa matriz, Mediapro, le da calabazas a una de sus participadas, La Sexta, y le retira los derechos por impago. Antena 3, el grupo Lara, ve con preocupación como su cuenta de resultados puede verse seriamente perjudicada por el último favor prestado a Zapatero al hacer frente a la fusión. Mientras, Roures, el que hizo caja con la operación, hace mutis por el foro y espera ofertas más rentables. Otro día hablaremos del tapado, del marido de la aspirante y de su futuro en esta historia. Un futuro que depende del resultado de un congreso. Menos mal que no iba a hablar de política.
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