Ayer,
mientras preparaba este minuto, dudaba sobre el tema a elegir entre
las dos noticias del fin de semana al márgen del congreso del PP:
los Goya, con toda su parafernalia, o la manifestación sindical
contra la reforma laboral anunciada por el gobierno. La cosa no
estaba fácil, el tema sindical y la reforma eran, a priori, tema de
más enjundia para un programa informativo pero los premios del cine
español, máxime para contarles un lunes, eran asunto más
apetecible. Una conversación intranscendente con alguien muy
transcendente para mí, me sacó de mis dudas: eran, ambos asuntos,
exactamente lo mismo.
MI
película favorita, tengo que reconocer que sólo he visto dos de las
nominadas pero he leído críticas sobre todas, era la de Enrique
Urbizu. No habrá
paz para los malvados,
un thriller eléctrico sobre la desesperación y la falta de
horizontes, cine negro en su máxima expresión. Un título, un tema,
que me recordaron las sensaciones y vivencias que deben estar hoy
pasando más de cinco millones de españoles que ven ante sí un
negro futuro y desesperanza, igual que Santos Trinidad el policía
corrupto. Frente a ella, La
Voz Dormida, un
ejercicio de revisión sobre la postguerra, dirigida brillantemente
por Benito Zambrano, que me trajo a la mente el silencio sindical, la
olvidada voz de unos títeres paniaguados bajo el poder socialista.
Unos sindicatos que ven como se les termina el festín con el cambio de
gobierno y toman la calle cuando se adoptan las medidas
imprescindibles para corregir los desastres acaecidos bajo su silencio cómplice.
¿Y
el ganador? Ojalá seamos todos. Unos, porque seguiremos manteniendo
nuestro puesto de trabajo, otros, porque podrán recobrar la dignidad
que, injustamente, creen ahora perdida. Todos, porque habrá perdido
el tercer aspirante al premio: la carencia de destino que ayer representaba Blackthorn.
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