Entrando en la oscuridad







Por una vez y sin que sirva de precedente voy a hablar de fútbol. No voy a ser ventajista, no va por ahí el asunto. Hoy no me interesan la Liga ni la Copa ni ninguno de los torneos que están aún sin decidir el ganador. Hoy solo me interesa la hipocresía, el falso buenismo y el doble lenguaje. Ayer, tras la victoria inapelable del Real Madrid de baloncesto en la propia casa del Barcelona, vimos como se criticaba por parte de la prensa catalana el hecho de que en el vestuario  madridista se cantara el Viva España y se exhibiera la bandera nacional. Y lo dicen en voz alta y sin sonrojarse. Son los mismos que obligan con sus crónicas sectarias a que la ceremonia de una final de la Copa del Rey de España no incluya ni la bandera ni el himno del país que la celebra para no ofender. Ofender, ¿a quién? No, desde luego, a la inmensa mayoría de los españoles que se muestran orgullosos de ambos y que son, a la postre, los únicos ofendidos por la ausencia de sus símbolos.
Eso fue ayer. Hoy, el tranquilo, educado y culto entrenador del FC Barcelona se destapa diciendo que no van a jugar en el estadio de un club que "no dignifica la Copa del Rey de fútbol". Y no se pone colorado ni se le cae la cara de vergüenza. Guardiola es un gran entrenador, posiblemente uno de los tres mejores del mundo, pero es un hipócrita. Y, lo que es peor, pretende insultar nuestra inteligencia y la de los lectores y espectadores con menos memoria o información. Guardiola fue, en el año 2000, el capitán del Barcelona que le dijo al árbitro de la semifinal de aquel año, el asturiano Díaz Vega, que su equipo se retiraba del partido de vuelta porque no tenía jugadores. Previamente, había perdido tres a cero el partido de ida y había dado permiso a sus extranjeros para ausentarse a jugar con sus selecciones.
Pero el ADN culé es victimista y comienzan a ver la oscuridad, larga oscuridad histórica. Probablemente, sin fundamento.