Tras
el paréntesis deportivo de ayer, hoy quiero dejar clara mi posición
en relación a los incidentes de Valencia y Madrid. De entrada, niego
la mayor: no son estudiantes, como mucho son tunos. Y de los que
llevan en la tuna desde la época de Maravall como ministro de
educación. O sea, que pretender contarnos al resto de los españoles
que los puretas que se manifestaron en Valencia eran alumnos del
Instituto Luis Vives es como hacernos creer que el sol sale por el
Oeste o que la Junta tiene equilibradas sus cuentas. Más aún, el
asunto de los peinados y el look en general de los manifestantes era
un evidente ejercicio de perroflautismo, completamente alejado de lo
que se estila en los institutos pijos como el valenciano. Hablando en serio, la lástima de todo esto es que la
intervención policial, absolutamente justificada para mantener el
orden público, pudo tener como consecuencia que inocentes
estudiantes manipulados por los cabecillas y transeuntes de paso, fueran tratados como quienes provocaron los incidentes.
Y
ahí es donde deben los mandos policiales poner especial énfasis. Ni
el pasotismo y la inacción de los mandos policiales que mandaba
Rubalcaba que convirtieron en un estercolero la Puerta del Sol, ni la supuesta sobreactuación de las fuerzas especiales en el centro de una gran
ciudad como Valencia. Dicho esto, de los veinticinco detenidos, ni uno sólo era alumno del citado instituto y todos están en libertad con cargos. Es decir, que un juez ha visto indicios delictivos en su comportamiento. Quién quiera manifestarse está en
su derecho siempre que solicite el correspondiente permiso y no ponga
en peligro a los ciudadanos que hacen su vida con normalidad. La
calle no es de nadie y es de todos. Eso si, con respeto hacia los
demás y siguiendo las reglas. Y el que quiera hacerla suya por la
fuerza, sabe lo que le espera.
Y
si no, a cantar los clavelitos.
0 comentarios:
Publicar un comentario