IMBÉCIL E HIPERACTIVO




Se llama Michael O´Leary y le adornan dos características singulares: es imbécil e hiperactivo que es la peor forma de ser imbécil. También es presidente de una compañía aérea, Ryanair, y ayer dio una nueva prueba de las condiciones naturales que le adornan al aparecer en medio de una concentración de trabajadores de Spanair a mofarse de su situación. O´Leary, cual buitre leonado, no ha dejado siquiera el mínimo luto para lanzarse a por la presa de los vuelos que dejaba colgados la compañía catalana y ha aprovechado la concentración de unos trabajadores que llevan nueve días encerrados en defensa de sus puestos de trabajo para hacer publicidad de su intriga y malas artes.
Claro que tampoco nos puede sorprender a poco que uno haya viajado en su compañía. El que les habla lo ha hecho en tres ocasiones en vuelos nacionales. Acostumbrado a las compañías normales, uno se asombra la primera vez que en la cola de acceso ve el show que se organiza a la hora de pesar y medir equipajes y las caras de indignación de los viajeros sacando y metiendo ropa de sus maletas como en un campamento infantil de verano y los afilados dientes de las guardianas de la puerta esperando el desfile de tarjetas de crédito. Pero lo mejor está por venir. El juego de las sillas es la primera prueba. Consiste en encontrar asiento junto a su familia, que tiene doble valor si, además, es capaz de hacerlo con sus maletas en un radio menor de diez filas adelante o atrás. Al poco de sentarse, segunda prueba: debe resistir la tentación de apuntarse a un rasca y gana. Tras pagar periódico y agua a precio de libro y whisky de malta, la prueba de fuego: resistirse al aplauso en el aterrizaje tras escuchar por los altavoces la música correspondiente animándole a hacerlo.
Tal cúmulo de chabacanerias es, en tiempos de crisis, el precio a pagar para mayor gloria del imbécil hiperactivo carente de la más mínima sensibilidad ante la desgracia ajena.