Leo en uno de los confidenciales de más prestigio que el tejido empresarial del más alto nivel está contrariado. Al parecer una de las instrucciones de Rajoy a sus ministros y altos cargos es que eviten, en la medida de lo posible, es decir salvo actos protocolarios, la compañía de estos tiburones del dinero que acostumbran a arrimarse al poder político en busca de prebendas y trato de privilegio. Los tiempos, ya saben, no están para dispendios y aquellos acostumbran a los ágapes en restaurantes de muchos tenedores regados con vinos caros. Reuniones donde se ha decidido el futuro de este país y se han repartido entre unos cuantos un pastel que ahora agria el estómago de cinco millones de españoles. La medida no sólo es estéticamente correcta sino políticamente necesaria. La políticas de gestos es tan importante como la de medidas correctoras y este gobierno está dispuesto por lo visto a las unas y las otras.
Y no solo son los reservados de los restaurantes los que se han cerrado a cal y canto. Los despachos de los ministerios han dejado de ser el patio de Monipodio que reflejaba Cervantes en Rinconete y Cortadillo y los entonces pintados como ladrones, mendigos, falsos estudiantes y mutilados, en busca de prebendas que pagaban con un llamado impuesto de circulación, hoy provistos de trajes a medida, zapatos caros y corbatas a juego, deben pedir cita como un ciudadano cualquiera, pasar por la secretaria y explicar el motivo de su visita. Trámites todos ellos que quedan convenientemente registrados para prevenir sorpresas futuras.
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