No olvidamos
Hay asuntos que son verdaderamente groseros y que de pura grosería uno opta por pasar por encima de ellos y no prestarles la menor atención ni expresarle el menor respeto. La manifestación del 11-M, que organizan los sindicatos UGT y CCOO poniendo como pantalla a una asociación de víctimas, es una de ellas. Y aunque no vamos a prestarle la menor atención, vamos a decirle a quienes nos escuchen y lean que no se dejen engañar, que es una falta de respeto a la memoria de 198 familias y a todo un país y que por mucha subvención que le hayan hecho llegar a esa asociación en detrimento de otras que no están de acuerdo con la verdad oficial, cientos de miles, millones de ciudadanos, aún quieren saber lo que ocurrió en 11 de marzo de 2004. Que, aunque hayan pasado ocho, veinte o cien años, siempre habrá alguien que quiera saber la verdad. Alguien que reclame una explicación sobre lo que explotó en los vagones, sobre los presuntos suicidas de Leganés, sobre la destrucción de los trenes y sobre todos y cada uno de los misterios que esconde la investigación.
Y no se trata de ninguna teoría conspiranoica, ni una pelea política cuando ya no es necesario tras lo sucedido en noviembre. Es, lisa y llanamente, una necesidad de conocer la verdad. De que 40 millones de españoles sepan quién cambió sus vidas y su futuro un 11 de marzo de 2004. Y si se manipuló la verdad con intereses políticos. Llegar al convencimiento de que no fuimos engañados por un gobierno que demostró no ser merecedor de nuestra confianza pero que, al menos, no nos mintió en la mayor tragedia de nuestra historia más reciente. Y, debo confesarlo, a titulo personal, romper un lazo con la duda. Una duda que me corroe desde hace ocho años, y que no me abandonará hasta que se sepa la verdad. Una verdad que, creo, nos va a helar el alma. Tal como profetizó Machado cuando escribió aquello de: "Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios, una de las dos Españas te ha de helar el corazón". Pues eso.
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